Adviento, preparación para la Navidad

Nos hemos preguntado alguna vez ¿qué es el Adviento y cómo lo podemos vivir en cercanía al corazón del niño Jesús? ¿Nos estamos preparando para su llegada? El Adviento nos invita a reflexionar cuánto he realizado  en acciones, conductas que ayuden y orienten no solo nuestro caminar, sino el de muchas personas con el ejemplo de buen cristiano, en humildad y sencillez, con palabras cálidas de esperanza, compartiendo con quien no tiene, sobre todo en amor, paz y calidad de vida. Cuánto me he permitido donar, en especial al más necesitado, sobre todo a aquellos que no le encuentran sentido a la vida y que han perdido la razón de existir (la fe y la esperanza en Dios). El adviento es un momento especial que nos abre las puertas de la salvación y nos impulsa al encuentro con el Dios de la Vida; en corazón contrito por aquellas cosas que dejamos de hacer, por juzgar y actuar con egoísmo, por tantos pecados de omisión que no tomamos en cuenta en nuestra experiencia diaria. El Señor conoce nuestras debilidades y defectos, nos propicia la oportunidad de reconciliarnos con Él a través de la confesión y con nuestros hermanos, a la vez que con nuestra historia personal; nos libera de esas cargas, penas y sentirnos alegres por el mal del otro, cuando no lo soportamos y andamos buscando venganza. No olvidemos que su misericordia es infinita cuando hay arrepentimiento sincero y deseos de cambiar integralmente. Iniciemos este tiempo con alegría y agradecimiento por lo poco o mucho que hemos recibido y podamos compartir con los demás con sinceridad de corazón, abrámonos a las bendiciones que se derramarán día a día y, por qué no, a las pruebas, que forman parte de la vida. Con positivismo y amor valoremos este hermoso tiempo de preparación de corazón y espiritualmente, acercándonos a Dios, que ha perdido su lugar en la globalización y el consumismo, donde, sin querer, nuestras preocupaciones nos llenan de ansiedad y excluimos el norte de nuestra existencia. De aquí que el adviento no es únicamente la preparación para la Navidad, en forma histórica, sino un momento de gracia que nos abre a la segunda venida del Señor, ya no como el niño en su precariedad y despojo de sí, sino en su gloria para juzgar todo aquello que puso en nuestras manos y, que pudimos haber realizado o, por el contrario, que no nos dio la gana de hacer, sin pensar que sobre eso tiene que comprender el juicio divino, al final de los tiempos. Iniciar el Año Litúrgico con el Adviento es situarnos de cara a Dios con nuestra existencia abierta a la eternidad, evitando vivir del pasado y quejándonos de lo que no hicimos; por el contrario, viviendo con los mejores deseos y propósitos de llevar adelante todas aquellas indicaciones que nacen de nuestra conciencia y nos afirman nuestra personalidad como gente de acción, que tenemos una misión a realizar en humildad y sencillez.

Recordemos la invitación que nos hace el Papa Francisco de tener presente a nuestros hermanos excluidos, especialmente a los migrantes que, durante este tiempo tendrán que vivir alejados de sus seres queridos y, posiblemente viviendo la xenofobia de quienes le reciben. Que no sea ese tipo de manifestaciones lo que nos distinga, sino el espíritu de acogida y comunión, con que siempre se ha distinguido el pueblo panameño.

Que Santa María, la Antigua, la Madre del Adviento, nos acompañe en nuestro caminar.

Mons. Pedro Hernández Cantarero  / Obispo del Vicariato de Darién