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Comienza la persecución

Comienza la persecución

La última palabra en la historia es la que Dios pronuncia, no la del perseguidor.  De nuevo nos encontramos aquí con un relato popular, que tiene el propósito de mostrar el destino de los poderosos de este mundo, que pretenden ser señores de la historia, usurpando el lugar de Dios.

En este texto (Hch 12,1-25), encontramos:  primero, el fin de la primera etapa de la historia de la Iglesia y el principio de la persecución, distintivo de quienes siguen el camino de Jesús; segundo, el tema del juicio: mientras que los perseguidores son juzgados por Dios, los justos perseguidos son liberados y salvados; y tercero, que a pesar de todos los problemas e inconvenientes, la Palabra sigue expandiéndose y multiplicando las comunidades.

El rey Herodes Agripa I, persigue a los cristianos, para que los judíos olviden su origen idumeo y que era, además, amigo de los romanos.  Es la primera ocasión en que los Apóstoles se sienten perseguidos.  Pedro está preso, fuertemente custodiado por soldados, mientras la comunidad reza por él en casa de María, madre de Juan, llamado Marcos.

Los pormenores del relato hacen memoria de hechos relevantes en la historia de Israel:  el “ángel del Señor” es una forma frecuente de referirse al propio Dios en acción, y recuerda cuando el ángel socorre al profeta Elías (1R 19,5-7) y también rememoran la noche de la liberación de Egipto (Ex 12,11).  Todo lo anterior muestra que el Dios liberador continúa actuando e interviniendo en la historia, liberando a su pueblo.

Pedro da su testimonio a la comunidad y ordena se comunique esto a Santiago, hermano del Señor, quien desde entonces será reconocido como jefe de la Iglesia de Jerusalén.