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Con el coraje de la mujer y la confianza del publicano (Lc 18, 1-14)

Con el coraje de la mujer y la  confianza del publicano (Lc 18, 1-14)

La oración posee una importancia múltiple: nos abre a la comunión con Dios, y Dios se hace presente en nuestros momentos de oración.
La exhortación de orar siempre sin cansarse, está ilustrada por la historia de una viuda que busca justicia con coraje. El juez injusto, cegado por su poder, no le tiene miedo a Dios ni respeto a los hombres. La situación de la mujer podría ser de vida o muerte; quizás se enfrenta a la pobreza y el hambre.
El impacto de la parábola no está en la explotación de la viuda, lo cual era común en aquel contexto cultural, sino en su persistente grito por la justicia, porque raramente una mujer exigía sus derechos.
En la parábola del fariseo y el publicano, Lucas pone en escena los dos extremos de la sociedad judía: el fariseo que se juzga perfecto y el publicano, considerado impuro por su oficio. Mientras el fariseo permanece de pie, apartado del conjunto y proclamando sus virtudes, el publicano se mantenía a distancia, consciente de su iniquidad, con la confianza puesta en la misericordia de Dios. Sin atreverse a levantar los ojos, su sola expresión corporal constituye una oración,
El veredicto dado por la narración, es que la oración del publicano es aceptable; porque quien se exalta será humillado y quien se humille será enaltecido.
En estas parábolas, la oración es el elemento central en el que se apoya la enseñanza de Jesús, que nos abre a una nueva comprensión sobre el camino del discipulado.
Dios quiere que los hombres busquen y luchen por la justicia, de ahí que según el evangelista, la oración continua no es simplemente una espera pasiva, sino la activa búsqueda de la justicia.