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¡El día del Señor ha llegado!

¡El día del Señor ha llegado!

Frente a la burla de quienes dicen que el cristianismo es una majadería de borrachos, Pedro responde citando un texto del profeta Joel (Jl 3,1-6) que anuncia “el Día del Señor”, día del derramamiento del Espíritu del Señor, de manera tal que todos llegarían al conocimiento de la voluntad de Dios.  Así, por el Espíritu, es Jesús mismo quien se hace presente y actúa por medio de quienes lo siguen.

Pedro entonces evoca el anuncio cristiano (Hechos 2,22-24)… ¿Qué será, entonces, lo que tanto Pedro como este anuncio quieren significar? Que Jesús, en efecto, fue muerto porque constituía un serio peligro para el sistema. Su anuncio de verdad y de justicia, generador de relaciones de fraternidad y de reparto, constituía una amenaza efectiva para la política y la economía concentradas en manos de unos pocos:  ¡Jesús subvertía un sistema semejante!

Esta situación también es actual, pero hoy día da la impresión que los sistemas sociales corrompidos se han vuelto mucho más refinados: torturan indefinidamente, sin llegar a matar; obligan a vivir en la miseria, pero no quitan de una vez la vida… Por el contrario, ofrecen siempre una apariencia de libertad y vida, para encubrir ideológicamente la explotación y la opresión, frutos de la riqueza y del poder.

El anuncio cristiano, en cambio, desenmascara y elabora un juicio de toda esta realidad. Por eso la primera proclamación, el kerygma, produce un choque, pero… ¿Qué tenemos que hacer? Romper con todo aquello que no conduzca a la liberad y a la vida para todos. Esta ruptura y este compromiso están significados en el Bautismo. Y este pueblo de bautizados va creciendo, ya que nadie rehúsa el camino que libera la vida.