Espiritualidad y preparación para la JMJ (VIII)

Espiritualidad y preparación para la JMJ (VIII)

Una espiritualidad de la felicidad
A los jóvenes les caracteriza el ser “buscadores de felicidad”. Esta es la espiritualidad que nace a partir del encuentro con Cristo, una felicidad que pase por el cuerpo, la sexualidad, el placer, la alegría, el gozo, el don de sí, como realidades humanas ineludibles. Nuestra espiritualidad necesita profundizar en esta área de la vida, para salir de una visión y proyección del dolor, la ascesis, el sacrificio, de las penas, de los ayunos. La espiritualidad debe estar llena de “felicidad y belleza” y atraer hacia ella. Es lo que motiva el compromiso.
En la preparación espiritual de los jóvenes, hemos de animar y ayudar a pasar de la visión de la renuncia, a la del don de Dios; de la negación del cuerpo y de los bienes materiales, a la integración del ser humano en todas sus dimensiones; del valorar excesivamente el dolor y el sufrimiento, a la vivencia de la alegría y el gozo del amor de Dios; de la visión de una santidad centrada o dominada por la visión de la renuncia y la negación, a la de modelos de santidad que sean la expresión de plenitud humana, sin negar el dolor que es parte de la estructura de la vida, e incluso el dolor como parte de la vida para el ascenso espiritual y el crecimiento sano e integral de la persona: “el que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mt 16, 24).

La experiencia de fe de los jóvenes
Nuestros jóvenes tienen necesidad de espiritualidad, sed de cultivar su espiritualidad para que esté vinculada a su vida ordinaria, y sea la que llene de sentido y contenido su vida. Sienten la necesidad de encontrarse con el silencio, con la verdad, con la libertad del corazón y la realización de sus vidas. Parecen rechazar todo lo que suene a religión, entendida como dictadora de preceptos que hay que cumplir. Así la ven como imposición y no les atrae. Ellos demandan coherencia y congruencia en la vida, y les dificulta aceptar lo institucional. Por esto es necesario promoverles una experiencia de fe que parta de la espiritualidad y no de la religión, y ayudarles a ver que la religión es un medio y no un fin. Y la espiritualidad es una dimensión que necesita renovarse en relación a cada generación. Muchos de los jóvenes dicen “religión no, Dios sí”.

Superficialidad y activismo
Nuestra sociedad hoy vive en este ambiente de lo superficial. Tenemos una infinidad de encuentros, actividades, compromisos, contactos con personas, pero no hay vínculos profundos, no hay implicación, no hay relación. Necesitamos educarnos en el verdadero trato de amistad con Dios, con el prójimo, con todo lo creado. Es además una sociedad acelerada. Salimos de un compromiso y ya estamos metidos en otro, y así no hay tiempo para escucharnos, para comunicarnos, para tratarnos. Los jóvenes se ven implicados y absorbidos en esa realidad, y así viven en la dificultad de tomar conciencia de lo que son, de tomar decisiones; y descubrir la importancia de su autoconocimiento, para vivir el aquí y el ahora, su aquí y ahora. El amor y la felicidad crecen al ser comunicados, y conllevan la paciencia y el tiempo de Dios, que funciona al ritmo del bien de los demás.

Espejismos de felicidad
Toda persona tiene necesidad de experimentar felicidad, entendida como realización, integración, bienestar. Y ante esto hay muchas propuestas que son mero espejismos. Hemos de aprender a elegir lo que nos lleva a una verdadera felicidad, con sentido y contenido. Los jóvenes necesitan referentes de libertad, que les ayuden a saber distinguir esos espejismos de felicidad, que más que llevarlos a la dicha los lleva a la duda, al fracaso, al dolor, no al bien que necesitan y que merecen.

Los medios de comunicación
Los jóvenes tienen dependencia grande a lo cibernético. Viven permanentemente conectados a las redes sociales. La computadora, el celular, son una parte de su cuerpo hoy. Sin ellos no se entienden. Sin quitar la bondad y utilidad de estos medios, se debe ayudar a estar al cuidado de los excesos y al modo de ser utilizados por ellos. Deben aprender a mirarlos y utilizarlos aceptando que “son un medio, no un fin” para vivir nuestra felicidad y realización.
La juventud es el tiempo medular para la configuración del futuro. Aprovechemos esta JMJ para ir al encuentro de la felicidad que anhelamos.