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La buena escucha es clave para la JMJ

La buena escucha es clave para la JMJ

Saber escuchar

Jóvenes, para saber hablar, con una debida capacidad espiritual, es preciso saber escuchar. La escucha es la gracia que Dios nos concede para que no perdamos el camino que nos lleva a Él. Cuando aprendemos a “escuchar” dejamos de juzgar, de criticar, de condenar, y creamos un espacio de silencio que nos permite responder a nuestro interlocutor desde la responsabilidad y la consciencia. La buena escucha crea un clima de empatía, de confianza y de autenticidad, en el que es posible comprender las necesidades, sentimientos y motivaciones de la otra persona. La clave para escuchar es mantener nuestro diálogo interno en silencio cuando la otra persona está compartiendo. El objetivo es “hacer de espejo”, pues asumimos que nuestro interlocutor sabe mejor que nadie qué es lo que realmente necesita.

Para poder escuchar verdaderamente a los demás es imprescindible empezar por escucharnos a nosotros mismos: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿para qué me ha llamado Dios a la vida? ¿en qué soy bueno?

Jesús va de camino, subiendo a Jerusalén, va a entregar la vida. Y sin embargo tiene los oídos abiertos para escuchar la fe convertida en grito de un ciego mendigo, que al enterarse de que pasaba Jesús ha comenzado a gritar (Mc 10,46 ss). Por su parte el joven ha de ir por la vida con los oídos abiertos para escuchar los gritos de los que están en las periferias de los caminos y entablar con ellos un diálogo de acogida y cercanía.

“Al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: “Hijo de David, ten compasión de mí” Jesús se detuvo y dijo: “Llamadlo” Llamaron al ciego, diciéndole: Ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver” Jesús le dijo: “Anda, tu fe te ha curado” Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino” (Mc 10, 46-52).

¿Cómo escuchar a Dios, discernir y obedecer cuando nos hable?

Orando y amando, actuando lo que creemos. Y en la oración estar con deseos de escuchar verdaderamente su Voz, saber qué te dice el Señor, creerle y obedecer, pero sobre todo aprender a escuchar y discernir lo que tu creador dice para ti, tu ministerio, iglesia y la familia. «A Dios hay que salir a buscarle por la obra, no como muchos que no querrían que les costase Dios más que hablar, y aun eso mal, y por él no quieren hacer casi cosa que les cueste algo.» (Sn Jn +). Para saber escuchar en tu corazón y saberse escuchado por Dios con agrado: “No ores hasta que Dios te escuche, ora hasta que Tú escuches a Dios”. San Juan de la Cruz nos regala una fórmula para ponerla en práctica: “El alma que quiere que Dios se le entregue todo, se ha de entregar toda, sin dejar nada para sí… Hable poco, y en cosas que no es preguntado no se meta. Buscad leyendo y hallaréis meditando; llamad orando y abriros han contemplando”.

“¿Cómo puedo saber que Dios está escuchando mis oraciones?”

“Por los frutos los sabrás, lo verás” (cf. Mt 7, 16. 20). El interés de la oración ha de estar más en “que tú aprendas a escucharle a Él”. Y en esto es importante saber que, “Dios todas las oraciones oye, escucha, y todas las oraciones responde, pero lo hace como Dios, no lo hace el hombre mortal. Es decir, Dios responderá según su Amor al orante, sabiendo que es un hijo Suyo”. De San Agustín sabemos que decía: “bien te ama quien no te da lo que no te conviene, porque sabe que no te va a realizar”. Aquí has de saber que Dios te está escuchando y labrando en ti para que seas más perfecto y goces de la felicidad que el bueno y verdadero trato con Dios promete adquirir. Cuando sentimos que no nos escucha, tal vez espera que trabajemos en alguna conversión de purificación que obstaculiza la plena realización de lo que Él desea hacer en ti.