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Libertad y vida para todos

Libertad y vida para todos

(Lucas 24, 1-12) “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí ha resucitado”.
Este misterio ahonda en lo más profundo de nuestra condición humana. Entrar en el sepulcro, un lugar de muerte, soledad y pena, para después de hacer ese tránsito, encontrar que existe la vida en plenitud y que se puede vencer a la muerte. La muerte que es también nuestra vida en el pecado.
Jesús está vivo y no debe ser buscado entre los muertos. Dios lo ha resucitado y su resurrección marca el gran acicate de la historia. En adelante la muerte del justo inocente no será en vano, sino semilla de esperanza de una vida nueva que comienza desde ahora.
El misterio de la resurrección tiene dos aspectos: primero, “que Jesús resucitó en la vida de Dios y está sentado a la derecha del Padre” (aspecto invisible) y segundo, que “Jesús resucitó y está vivo en la fe de los cristianos” y estará con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20).
Es interesante que las mujeres, portadoras de nueva vida, sean las que anuncien esta gran noticia: la buena nueva de la resurrección de Jesús. Y como hecho no menos interesante, resulta que a los apóstoles les parecieran desatinos todas aquellas palabras de las mujeres.
Y aunque en aquella época las mujeres no fueran consideradas en igualdad de derechos que los hombres, el hecho es que a pesar de su pequeñez y marginación, fueron ellas los primeros testigos de que la vida triunfa sobre la muerte.
Si Jesús está con Dios y Dios está con nosotros, presente en lo más hondo del misterio de la vida y la libertad ¿por qué nos cuesta creer en El?