Mensaje en el Día de la Mujer

Este 8 de marzo, día dedicado internacionalmente para que reflexionemos sobre el rol de la mujer en la sociedad y en el mundo; sobre sus dificultades y sus avances por lograr plenamente su desarrollo humano, espiritual, cultural, la Iglesia quiere dar gracias a Dios por el genio femenino, que en la historia de salvación tiene un lugar especial.
Basta sumergirse en la historia de la humanidad para darnos cuenta que sin la mujer nuestro planeta no hubiese sido el mismo. Muy a pesar de ello, somos conscientes que a pesar de todos los avances que en materia de derechos humanos aún existen y persisten actos que discriminan, que buscan someter la dignidad y el desarrollo de la mujer.
Algunos incluso ignorando la novedad del cristianismo, que reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre, han querido utilizar la fe para sesgar su protagonismo en la Iglesia.
Para dejarlo bien claro, la Iglesia Católica está comprometida en combatir esta mentalidad reduccionista de la mujer, y ahora más que nunca, anima a los cristianos y cristianas para que se conviertan en promotores de una cultura que reconozca a la mujer, y en defensores del pleno goce de su dignidad y derechos ciudadanos.

El don de la mujer
Dios hizo a la mujer con el don de dar y cuidar la vida, de transmitir valores y virtudes que no solo enriquecen a su familia sino a toda la sociedad.
El papa Francisco nos recuerda que la mujer es la que da armonía y sentido al mundo, y que por lo tanto debemos evitar referirnos a la mujer hablando solo de la función que cumple en la sociedad o en una institución, sin tener en cuenta que la mujer, en la humanidad, cumple una misión que va más allá y que no puede ofrecer ningún hombre: “el hombre no trae la armonía, la trae ella. Es ella la que traer la armonía, que nos enseña a valorar, a amar con ternura, y que hace que el mundo sea una cosa hermosa”.
En esta reflexión, el Papa explica que la mujer no está “para lavar platos. No: la mujer está para aportar armonía. Sin mujer no hay armonía”. En este sentido, condenó el crimen de la explotación de mujeres.
La mujer es la armonía, es la poesía, es la belleza. Sin ella, el mundo no sería así de hermoso, no sería armónico. Me gusta pensar que Dios creó a la mujer para que todos nosotros tuviéramos una madre”.
Atentados contra la dignidad de la mujer
En la actualidad no son pocos los atentados que sufre la mujer, incluso en el mismo seno familiar, no podemos ignorar el incremento de los feminicidios; la trata humana, donde es esclavizada como objeto sexual; en la diferenciación de los salarios en comparación a los hombres, a pesar de tener las mismas capacidades y ejercer las mismas funciones. Y también nuestra Iglesia no se escapa de esta realidad.
Pastores y fieles debemos revisar nuestra apertura a una mayor participación de las mujeres en instancias de decisión como en los consejos parroquiales, en los centros de formación teológica, en la formación de los futuros sacerdotes, en cargos pastorales, así como también a nivel diocesano e internacional.
Esto es un desafío que debemos atender con la mayor sencillez y caridad cristiana.

Gracias a la mujer
Quiero expresar nuestra gratitud a las mujeres con las palabras de poeta San Juan Pablo II:
“Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.
Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.
Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.
Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del « misterio », a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.
Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta « esponsal », que expresa maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su creatura.
Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu feminidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas”.
Que Santa María la Antigua, la primera discípula de Jesús, anime a todas las mujeres a redescubrir su misión en el lugar donde el Señor ha querido que estén para engrandecer a nuestra Iglesia y nuestro país.

Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, osa / Arzobispo Metropolitano de Panamá