Preparación JMJ: Espiritualidad del encuentro con Jesús (III)

Preparación JMJ: Espiritualidad del encuentro con Jesús (III)

La fe como respuesta al encuentro con Cristo.

La fe cristiana es un encuentro vivo, personal y real con Jesucristo, y la realización de este encuentro personal y comunitario es la finalidad de toda evangelización. El encuentro personal con Jesús, gracias a su Espíritu, es el gran don del Padre a la juventud en esta JMJ, nos atraerá y nos transfigurará, introduciéndonos en dimensiones nuevas de nuestra identidad, haciéndonos partícipes de la vida divina (2 Pe 1, 4).

Cuando el encuentro con Cristo es real, no deja nada como era antes, sino que asume la forma de metanoia, es decir, de conversión, como Jesús mismo pide con fuerza, al comienzo de su predicación: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15). La Samaritana, Zaqueo, Pedro, Pablo… todos tienen un antes y un después del encuentro personal con Cristo.

La fe y la espiritualidad como encuentro con la persona de Cristo tiene la forma de la relación con Él, de la memoria de Él, “recordar es amar” (Sta Teresita). Nos da la mentalidad de Cristo, en la gracia del Espíritu. Una mentalidad que nos hace reconocernos como hermanos, congregados por el Espíritu en su Iglesia, para ser luego testigos y anunciadores del Evangelio en esta generación que nos toca vivir. Es un encuentro que nos hace capaces de hacer cosas nuevas y de dar testimonio de la transformación de nuestra vida (Ez 36, 24-36).

La fe no es una ideología, sino aceptar personalmente a Cristo, es creer con el corazón, ya que “con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación” (Rom 10, 10). Es aquí donde hay que llegar en la preparación espiritual para esta JMJ, al lugar donde se da la transformación espiritual que necesitamos: “El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia, que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo” (Benedicto XVI, Porta fidei, n. 10).

La fe, además de ser una adhesión personal al Señor, es un acto comunitario. Todo “creo” debe también significar “creemos” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 167). Por esto la preparación es al encuentro personal, que nos causa a la vez un encuentro comunitario, eclesial.

La fe como respuesta al amor de Dios.

Es lo que nos lleva a prepararnos y a vivir la JMJ, y sobre todo lo que hará que marque un antes y un después en nuestra vida. Es la constatación que “Dios… nos ha amado primero” (cf. 1Jn 4,10), y que el amor ya no es un mandamiento para el encontrado por Cristo, sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro (cf. Deus caritas est,1). La fe constituye la adhesión personal a la revelación del amor gratuito y apasionado que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo: “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4,16). El Papa Benedicto nos ha recordado que “se comienza a ser cristiano por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. En la JMJ nos preparamos para el encuentro con Dios Amor (1Jn 8,4), que no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento y todo nuestro ser en memoria amada y agradecida del pasado, en aceptación humilde y libre del presente, y en proyección con esperanza del futuro.

El trabajo animador ha de ser el de ayudar al joven a abrir su corazón, su vida a la experiencia del amor de Dios, al paso de la imagen a lo vivo de la imagen, al paso del conocimiento catequético a lo vivo de la catequesis, sabiendo que la respuesta de amor y de fe es siempre un proceso, un camino nunca concluido. Los animadores tenemos la tarea de animar y llevar a la juventud a esta experiencia viva de amor y de fe, donde el antes y el después para ellos y para la Iglesia, se manifieste en que “el amor ya no sea un mandamiento desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad” (Deus cáritas est, 31a).