Prepararme orando con el corazón

Prepararme orando con el corazón

Queremos ayudar en Panorama Católico a la preparación de corazón que todos necesitamos para adquirir la espiritualidad ideal y dejar que el Señor mueva nuestros corazones. Intentamos ayudar a la prepa-ración del alma, de la vida interior e invitamos a los animadores a ayudar al joven a buscar a Dios en las profundidades de su propio ser, de su vida real de ayer y de hoy. Se trata de acompañar en el camino de la “oración del corazón”, cuya exhortación ya encontramos en San Pablo, Rom 8, 8b-11: “… Si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, el espíritu vive por la fuerza salvadora de Dios. Y si el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Jesús de entre los muertos hará revivir sus cuerpos mortales por medio de ese Espíritu suyo que habita en ustedes”.

Es la preparación del cuerpo y del alma, la desintelectualización de la oración, para llevar al joven a la paz interior y exterior, amando y creyendo en sí mismo, a partir de la aceptación de su historia y de la proyección futura en lo que Dios le pide en su corazón hoy. Es ayudar a confiar en la gracia de Dios que trasciende toda inteligencia o capacidad humana, toda fragilidad corporal, afectiva, espiritual, santificando y transformándolo todo.

1- Primero hay que enseñar a “peregrinar al corazón”

A veces no somos conscientes de lo que llevamos dentro de nosotros mismos, de lo que somos en Dios, y así no aprovechamos las energías del Espíritu que habitan en nosotros. Constantemente escuchamos en el Evangelio la invitación de Cristo a “estar siempre en vela”, esperando la venida del Señor, pues no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá (Mt 24,42-44). El orante aprende a esperar pacientemente en silencio, que el rostro del amor de Dios quiera revelarse a los ojos de su corazón, a su vida, y recibir de Él aquello que tanto espera: “seguirle”. Por su parte podríamos pensar que Dios espera de los jóvenes, que no se dejen vencer por las cosas que este mundo les ofrece, y busca seducirles, y que mantengan la fuerza en su corazón”.

La oración del corazón será un camino hacia el interior, para liberar el alma de las periferias en donde ha sido llevada por los desaciertos que se hayan vivido, por las heridas no sanadas que se tengan. Es peregrinar en contemplación de Dios en la vida real que se ha tenido, hacia el más profundo centro del alma, y volver a la vida de la mano del Resucitado, quien todo sana y vuelve a la armonía, todo es perdón y nueva opción de recomenzar con amor y fe en sí mismo. Es llevar al joven, en ejercicio orante, en diálogo con Dios y consigo mismo, peregrinando hacia su corazón, y recibir la gracia espiritual que necesite para sanar y amar con toda verdad y en todo el “hoy de su vida”. Podríamos decir que se trata de guiar a una “conversión a sí mismo”, a la aceptación en Cristo de la vida tal cual ha sido y es, con el fin de enseñar a mirar la historia personal junto al presente, como “historia personal de salvación”, tal como ha sido en todos los que han creído y han acogido el encuentro con Dios en su vida. Es como aprender a sorprender al corazón en oración sin que la razón prepare nuestro diálogo con Dios, y así abrirnos auténticamente a la conversión.

  1. Como fruto del peregrinar al corazón se “despierta el recuerdo de Dios”

Si la peregrinación al corazón se hace bien, tiene como fruto “ir despertando el recuerdo de Dios en el alma”, ir reinstalando la vida en Dios, en cada paso de ese peregrinar al corazón, en cada etapa de la historia que se ha vivido y en los acontecimientos que en ella se hallan tenido. La gracia está en ir de la mano del Resucitado, recordando aquello que Él mismo ha mandado: “Y Jesús les dijo: No teman: avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán” (Mt. 28,10). El animador debe saber llevar a los jóvenes a esa Galilea de su nacimiento existencial, afectiva y espiritual, donde Jesús resucitado le espera para volver a recorrer su historia pasando por cada etapa, por cada experiencia que hoy necesite en el joven ser resucitada, será amada. Este “allí me encontrarán”, allí les espero, es la certeza de la salud espiritual que el peregrino del alma recibe para vivir en adelante toda su vida en clave de relación amorosa con Dios. ¡VEN, SEÑOR, JESÚS!