Preparemos los caminos del Señor

Preparemos los caminos del Señor

Queridos amigos y hermanos de ReL: hay algo característico en el tiempo litúrgico del Adviento: el grito poderoso de la Iglesia llamando a preparar los caminos del Señor que está por venir.

Este grito, que ya había sido profetizado por Isaías es ahora proclamado por Juan Bautista, definido por el Evangelio como la “voz que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”.

La figura del Bautista avala su predicación: invita a preparar el camino del Señor, pero sólo después de haberlo preparado sobre sí mismo, retirándose al desierto y viviendo separado de todo lo que no era Dios.

El ruido de las fiestas no son el ambiente favorable ni para anunciar ni para escuchar la llamada a la penitencia.  Quien predica debe hacerlo más con la vida que con las palabras; quien escucha, debe hacerlo en un clima de silencio, de oración y de abnegación evangélica. De esta manera nos dispondremos a conmemorar la venida del Señor como Hombre, el Verbo Encarnado,  para recibir con mayor plenitud la gracia de la Navidad.

La espera de la segunda venida de Cristo hacía impacientes a los primeros cristianos, por lo cual la Sagrada Escritura recuerda a todos que Dios no mide el tiempo como los hombres, para él “mil años son como un día”. Y si la última venida de Cristo se retrasa, no es porque Dios se demore en sus promesas, sino porque según consigna la 2° Carta de San Pedro, capítulo 3, versículo 9: “pacientemente aguarda a todos, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia”.

La Misericordia Divina es la que prolonga los tiempos, y cada uno debe aprovecharse de ellos para su conversión.  En vez de dejarse absorber por las vicisitudes terrenas, el creyente debe vivirlas con el corazón orientado hacia el “día del Señor”, que llegará como un ladrón a quien nadie espera.