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Que tu mente, corazón, alma y vida estén en total sintonía

Que tu mente, corazón, alma y vida estén en total sintonía

¿Le has pedido a Dios que te ayude a controlar tu genio, pero aun así estallas? Jesús contó una historia que enseña el principio más importante para salir del pecado. Cuando en un hombre habita un espíritu malo, y luego este demonio es expulsado, éste deambula por lugares secos en busca de reposo. Al no encontrar ninguno, decide regresar al hombre del que salió. Para dicha  tuya, el demonio ve que su morada original está vacía. Y entonces busca a otros siete espíritus peores que él para ir y vivir con él. Lamentablemente, el hombre, que hacía poco danzaba de alegría, quedó peor de lo que había estado antes (Lc. 11:24-26).

Ninguno de nosotros puede vencer el mal simplemente renunciando a él. El sacerdote Alfredo Uzcátegui, Vicario de la parroquia Espíritu Santo, explica que para poder vencer el mal en nuestras vidas hay que ejercitarse y el ejercicio implica ser disciplinados. “El mundo y sus  ruidos nos embota la mente, llena el corazón del ser humano que vive sin Dios o como si Dios no existiera y todo se hace más difícil, por eso es importante ejercitar el espíritu con la oración”, afirmó. Antes bien, debemos luchar constantemente, se debe sustituir lo que está mal con algo  bueno. Los hábitos pecaminosos no pueden romperse sin sustituirlos con los correctos.

A modo de reflexión, pudiera preguntarse, ¿cuál es la mejor forma de sacar el aire de una botella? Sencillamente si llenamos la botella de agua, el aire está obligado a salir. Si deseas suprimir el poder del pecado, tienes que reemplazar sus patrones de pensamientos negativos con pensamientos de la Palabra de Dios, de cada oración que salga de tu corazón. El padre Alfredo explica que la gente se pasa la vida buscando y a la final no encuentra, ¿saben por qué? Porque no buscan donde es y al que es: JESUCRISTO.

En palabras de san Agustín: “nos hiciste Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”. Nada que valga la pena se logra sin esfuerzo. Y junto con esta disciplina viene la necesidad de acercarse a Dios con fe, y de crecer en su amor por Él y en su confianza en Él. Cuanto más frecuentemos la Eucaristía, meditemos la Palabra de Dios, más claramente veremos nuevas áreas de nuestra vida que necesitan ser cambiadas.