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Una comunidad santa y pecadora

Una comunidad santa y pecadora

(Hch 4,32-5,16) Los problemas de las primeras comunidades cristianas y las de hoy en día no difieren grandemente. Y es que están formadas por seres humanos, con virtudes y  defectos.

Una comunidad santa, pero por lo que nos dejó Jesús, principalmente. Más si no conocemos su mensaje, o aún, si creyendo que lo conocemos no somos coherentes, sólo seguimos siendo una comunidad pecadora que dista mucho de llegar a ser santa.

Es fácil engañarse, y creerse el dueño de las enseñanzas y del modo de vida de Jesús, por encima de los otros.   Y esto sucede cuando carecemos de humildad, lo más básico que nos lleva al encuentro con su palabra iluminadora.

Si no somos capaces de auto examinarnos y empezar por dejarnos sorprender y luego enamorarnos tanto del mensaje de aquel galileo de hace más de 2000 años, no seremos capaces de reconciliarnos en una vida resucitada.

Y aún hay algo peor, es cuando caemos en la mentira para presentarnos como los mejores cristianos.  El pecado de la primera comunidad “fingir o mentir”, parece ha sido el error de todos los tiempos, un pecado que tienta a todos, especialmente a los ricos, poseedores de muchos bienes que deberían ser compartidos entre todos.

Y aquello que nos dijo Jesús es la forma de vivir siendo santos, para dejar de ser pecadores; es la manera de construir comunidades en el amor, la fraternidad, la solidaridad,  el compartir y el incluir.

La vida de Jesús como podemos conocerla en la palabra, retrata una vida que desde su esencia es santidad, amor puro.  Amor por el Padre, y amor por el prójimo (del latín “proximus” muy cercano), o sea, el más cercano, al que deberíamos amar.