Una vez un peregrino, siempre un siervo

Una vez un peregrino, siempre un siervo

Adolfo Araúz Sánchez tenía 26 años y era la primera vez que asistía a una Jornada Mundial de la Juventud. Buenos Aires lo acogió a él y a siete miembros de la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil, quienes aceptaron ese estatus entre gozoso y retador de ser primero en algo.

Se trató de una aventura producto de un Encuentro Juvenil de Laicos, que se llevó a cabo en San José, Costa Rica, en 1986. Adolfo participó en representación de la Parroquia San Miguel de Calidonia.

Durante ese encuentro, Araúz tuvo la oportunidad de reunirse con el Cardenal Eduardo Pironio, Presidente del Discaterio de Laicos de Roma, y en ese entonces responsable de la JMJ de Buenos Aires, quién lo exhortó a participar.

A su regreso a Panamá, este entusiasmado joven le comenta su idea al Padre José Quezada “Popito”, Asesor de la Pastoral Juvenil, quien le da el visto bueno e inicia la pesca de otros siete muchachos y muchachas.

Heridas abiertas.

Al aterrizar en Argentina, los peregrinos se encontraron con un país golpeado. Acababa de salir de una dictadura militar que había dejado un vacío espiritual en sus jóvenes, y muchas heridas por sanar, por lo que la JMJ resultaba en algo así como una boca-nada de esperanza.

“En Argentina me tocó convivir con una familia que había estado ligada a la dictadura y que no profesaba la fe católica, lo que fue un reto para mí. Fue allí donde entendí que podía aportar mi granito de arena simplemente escuchando sus vivencias. Y esto me marcó para siempre y fue lo que me impulsó a seguir asistiendo a otras jornadas. Es por eso que nosotros como panameños tenemos la obligación de abrirle las puertas a los peregrinos que vienen en el 2019, así como nos las abrieron a nosotros, inclusive familias que aunque no profesaban la fe católica, se comportaron como dicta el evangelio” explicó Araúz.

“En 1987 nuestra delegación era bastante pequeña en comparación con la de los demás países, pero nos hicimos notar. A tal punto, que durante la peregrinación final en la Avenida 9 de Julio, nos colocamos en el borde para poder ver bien al Papa y en eso pasa el Papamóvil y, sorpresivamente, se detiene y nos saluda señalando la bandera de Panamá”, añadió el peregrino.

“Cuando me enteré de que mi ciudad albergaría la jornada en el 2019 me sentí conmovido porque sabía que el Papa Francisco había escogido Panamá para que muchos jóvenes que no tienen los medios económicos tengan la oportunidad de vivir esta experiencia”.