Cuidar nuestra Madre Tierra

Cuidar nuestra Madre Tierra

El sábado 22 de abril celebramos el “Día internacional de la Madre Tierra”. Sin embargo cuando decimos “celebramos” creo que estamos diciendo demasiado, porque muchas personas todavía no tienen una conciencia clara de que tenemos que cuidar nuestra Madre Tierra, y algunos que tienen conciencia que hay que cuidar la Tierra, no lo hacen, sea por comodidad o afán de consumir. Preferimos seguir con nuestros hábitos de consumo, aunque sabemos que estamos usurpando la capacidad de regeneración de la Madre Tierra.
Hasta el siglo XIX la naturaleza pareciera un bien inagotable, sin embargo la industrialización, su creciente necesidad de materias primas y el consumismo desenfrenado, estamos francamente abusando la capacidad de regeneración que tiene la naturaleza. Nuestro sistema económico occidental está basado en la ley del crecimiento. Sin crecimiento – decimos – no hay progreso. Sin embargo a lo largo, más bien a mediano plazo, estamos hipotecando nuestro propio futuro. El modelo de desarrollo que pregonamos es simplemente insostenible.

Papa alza su voz
El Papa Francisco ha expresado esta preocupación en su encíclica “Sobre el cuidado de la casa común” que publicó el 24 de mayo del año 2015, y en la cual describe los graves daños que estamos infringiendo a la Madre Tierra. Advierte de la progresiva contaminación, los cada vez mayores volúmenes de basura que producimos y la cultura del descarte – “usar y tirar”. (Pensemos por ejemplo en los platos y vasos desechables, que utilizamos en nuestras fiestas para ahorrarnos el trabajo de limpiar y poder reutilizar). El calentamiento global que ya podemos sentir en carne propia y se manifiesta claramente en el derretimiento de los hielos polares y de los glaciales. La pérdida de la biodiversidad. La cada vez mayor escasez de agua potable para grandes partes de la humanidad. Todos estos fenómenos nos afectan y empeoran progresivamente nuestra calidad de vida. Hemos dejado de pensar en un desarrollo integral y sostenible, que toma en cuenta la calidad de vida para todos los habitantes de la tierra y para las futuras generaciones.
Un Informe del PNUD del año 2009 afirmó con toda claridad que si toda la humanidad adoptase el nivel de vida con el uso de la cantidad de recursos naturales como en los EEUU o Europa, necesitaríamos 9 planetas Tierra. Lo que es simplemente imposible, porque sólo tenemos un planeta Tierra. Muchos sin embargo siguen soñando el sueño americano.
Con seguridad podemos afirmar que el cambio climático ya está aquí y afecta de forma grave el bienestar de unos 325 millones de personas y mata a más de 300.000 personas cada año, como consecuencia del hambre, las enfermedades y los desastres naturales vinculados a su impacto. Estas cifras se duplicarán en el transcurso de los próximos 20 años. Los países en vías de desarrollo cargarán con más del 90% de las pérdidas económicas y las muertes humanas causadas, mientras que producen menos del 1% de las emisiones contaminantes que calientan el planeta.
La Tierra ha perdido en un poco más de un cuarto de siglo casi la tercera parte de su riqueza biológica, y al ritmo actual la humanidad necesitará en el año 2030 dos planetas para mantener su estilo de vida, advirtió en el año 2008 el Fondo Mundial de la Naturaleza. La causa es que la demanda excede en cerca de un 30 por ciento la capacidad regeneradora de la Tierra, señaló el Informe Planeta Vivo.
El Papa Francisco vincula claramente la marginación social y la destrucción del medioambiente como dos fenómenos que tienen una misma raíz: “La degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas”. Su verdadera causa es el afán de la persona humana de dominarlo todo.

Comportamiento evasivo
A pesar de la gravedad del problema, muchas personas mantienen un comportamiento evasivo. “No será tan grave como dicen”, “eso no me afecta a mi” o “es sólo un problema para las futuras generaciones, ellas tendrán que ver cómo lo resuelven”. Con todo esto seguimos negando las síntomas de un punto de quiebre, un punto donde va a ser cada vez más difícil revertir el daño causado a la Madre Tierra, porque las consecuencias de lo que estamos haciendo hoy, sólo se sentirán en toda su fuerza dentro de unas décadas.
Por eso el Papa hace un llamado urgente: “Hay regiones que ya están especialmente en riesgo y, más allá de cualquier predicción catastrófica, lo cierto es que el actual sistema mundial es insostenible desde diversos puntos de vista, porque hemos dejado de pensar en los fines de la acción humana”.
Nuestra preocupación por los nietos se transforma entonces en angustia: ¿qué mundo heredarán de nosotros? ¿Qué decisiones se verán obligados a tomar que podrán significar para ellos la vida o la muerte? Lo que más desean los padres es entregar a los hijos un mundo mejor, con mejores condiciones de vida, con más oportunidades. Ahora sabemos – aunque la mayoría no lo cree todavía – que nuestra generación entregará a sus hijos un mundo peor, con condiciones de vida mucho más difíciles.

Cultura del descarte
Cuando reflexionamos sobre las causas de deterioro de la Madre Tierra tenemos que reconocer que la tecnocracia parte de una suposición equivocada que es la disponibilidad infinita de los bienes del planeta y cree en un crecimiento ilimitado. Es el sueño del dominio absoluto sobre el mundo, “el mito del progreso ilimitado”. Esta ilusión crea una cultura del descarte y del relativismo. Hemos separado la técnica de la ética.
El Papa Francisco insiste en que la crisis ecológica en el fondo es una crisis ética, cultural y espiritual: La degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas. “El inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia. Falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad”. Hay que recuperar el sentido de la vida, los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano.