Testimoniar sin miedo

Testimoniar sin miedo

El cristiano que “proclama desde lo alto de las casas lo que ha escuchado al oído”; el cristiano que “reconoce abiertamente a Jesús”; el cristiano que “no teme a los tiranos de todos los signos que pueden matar el cuerpo pero no pueden matar el alma”, ese cristiano, es una amenaza para los que viven según el mundo.
Es una amenaza para todas las conciencias narcotizadas por el egoísmo y la indiferencia; por la codicia y la lujuria; por la sed de poder y el desprecio a los demás. Jesús no nos promete un camino alfombrado de flores y arcos de triunfo. Sabe que el camino es arduo, sembrado de dificultades y de peligros. Por eso la orden es perentoria: “No teman a los hombres”. Por tanto:
No temamos predicar públicamente: No debemos extrañarnos que en esta sociedad paganizada y anticristiana, encontremos burlas, dificultades, oposición, amenazas y persecución. Todo esto es el “estatuto natural” de quien sigue a Jesús.
La tranquilidad, la fortaleza y la paz llegan cuando “encomendamos nuestra causa al Señor”, cuando recordamos con fe que “el Señor está con nosotros”. Dios siempre está cerca de quien se fía totalmente de él.
No temamos ante la posibilidad del martirio: El temor es terrible. El temor, el miedo, nos deja paralizados. Nuestros miedos nos quitan la fuerza. Por temor no avanzamos en el amor, no perdonamos; nos callamos, no nos comprometemos, no nos entregamos.
No tengamos miedo a los que hablan mal de nosotros; a los pesimistas, a los que ven todo mal; a los que sólo siembran dificultades, a los que se burlan de nosotros, a los que no nos comprenden, a los que nos tratan como locos.
No temamos declarar con decisión que somos cristianos, que creemos en el Evangelio, que amamos a la Santísima Virgen, que somos fieles a la persona y a la doctrina del Papa, que pertenecemos a la Iglesia Católica.