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Agosto, un mes con sabor agustiniano

Agosto, un mes con sabor agustiniano

El 27 de agosto recordamos a Santa Mónica, madre de San Agustín, que tantas lágrimas derramó por la conversión de su amado hijo, cuya fiesta celebramos el 28 de agosto.

 

Por Miguel Ángel Ciaurriz

Agosto es un mes que, para quienes están familiarizados con la vida de San Agustín y su espiritualidad, tiene un sabor especialmente agustiniano. En estas semanas, el calendario litúrgico recuerda a importantes santos y santas de esta familia agustiniana. Entre quienes forman parte de esta familia el espíritu agustiniano resuena con más fuerza y los valores que encarna son un llamado para ponerlos en práctica. 

San Agustín, el gran obispo de Hipona, vivió entre los siglos IV y V. Su vida fue una búsqueda incansable de sentido, de verdad, afán de ser feliz. Como ya todos saben, pasó por muchas etapas: una juventud rebelde, dudas, errores, hasta que finalmente encontró a Dios, a quien buscaba afanosamente.  Y como nunca es tarde si es buena la dicha, como un autorretrato, escribió en sus Confesiones: “Tarde te amé, hermosura tan antigua y nueva”. Esta frase tan conocida resume su experiencia de conversión: Dios siempre estuvo allí, pero Agustín no lo había reconocido hasta que aprendió a mirarse por dentro, donde le estaba esperando. 

En agosto, los santos, esos hombres y mujeres que vivieron en el mundo sin ser del mundo, la Iglesia, y muy particularmente la familia agustiniana, recuerda y celebra a figuras como el beato Juan de Rieti, Santa Clara de Montefalco, el 17, San Ezequiel Moreno, entre otros. 

El 27 de agosto recordamos a Santa Mónica, madre de San Agustín, que tantas lágrimas derramó para que llegara a la fe y se embarcase en la ruta de la conversión. Junto a su madre, el calendario pone a San Agustín. Este mes está, por tanto, “marcado” por la figura de San Agustín y por el testimonio de quienes han seguido sus huellas. 

Que agosto tenga un marcado sentido agustiniano es una buena ocasión para dar visibilidad a los valores que encarna su testimonio de santidad, valores como la interioridad, la solidaridad, la búsqueda constante de la verdad, la vida fraterna en comunidad, que hacen que hoy, como dijera el papa Benedicto XVI, hacen de este santo, lejano en el tiempo, una figura de enorme actualidad para el hombre y el tiempo de hoy. 

 

Su carisma

En Panamá esta orden religiosa está presente en colegios y parroquias en todo el país.

Otra enseñanza central, parte esencial del carisma agustiniano, es la vida en comunidad. El santo de Hipona no entendía la fe como algo individualista, sino como un camino compartido. Vivió con sus hermanos, dialogó con ellos, buscó la verdad junto a ellos. Decía que la comunidad cristiana debía ser como “una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios”. En tiempos en que muchas personas experimentan soledad o división, su ejemplo nos anima a construir relaciones basadas en el amor, el perdón y la unidad. Que Dios es amor, y todo en la vida tiene sentido cuando amamos.  

Bien lo dice san Agustín con ese pensamiento que hay que entender correctamente. Decía que no cualquier amor es verdadero, hay amores desordenados que nos alejan de Dios. En ese sentido, tenemos que entender aquello que dijo: “Ama y haz lo que quieras”. El que todo lo hace por amor, todo lo hace bien. En el comentario a la 1ª Carta de Juan escribe: “Ama y haz lo que quieras: si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor enraizado en ti, ninguna otra cosa sino el amor serán tus  frutos”.  

Sin duda, la elección de León XIV como Papa, como ya se está viendo en sus alocuciones, catequesis, documentos de su magisterio y homilías, van a dar a este hombre de Dios una gran actualidad.