El camino de nuestra vida es un continuo peregrinar hacia Dios, de encuentro con Dios, y la oración es un camino privilegiado para este cruce de miradas entre la tuya y la misericordiosa mirada del Padre. El que entiende esta identidad de peregrino hacia Dios, aprende a “alojar y hospedar, el que aprende, en vida y con la vida, a hospedar, a alojar, e inmediatamente caerá en la cuenta, desde su fe, que “Jesús es el gran Huésped” de nuestra vida, el peregrino que nos lleva a la casa del Padre. En este camino estás en un tiempo y un espacio distinto cada día. La JMJ es un tiempo y un espacio especial para manifestar nuestra fe y amor a Dios.
La espiritualidad es “la manera en que nos relacionamos con Dios”; esto en nuestra manera de orar, de celebrar nuestra fe, de hacer pastoral o misión, de escuchar, de mirar la vida, de entender nuestra unción como cristianos. El peregrino busca la espiritualidad de acogida y ésta la experimentará en el hogar donde es recibido como “huésped”. Una acogida amable y delicada es el primer acto de espiritualidad frente a la persona, frente al peregrino, que antes ha escuchado a Dios, y luego le sirve en aquél a quien acoge y hospeda. El teólogo Bonhoeffer acostumbraba decir: “Son muchas las personas que buscan un oído que las escuche. No lo encuentran entre los cristianos porque éstos hablan cuando deberían escuchar. El que no escucha a su hermano o hermana en poco tiempo tampoco escuchará a Dios. El que no consigue escuchar pacientemente conversará sin sentido y nunca hablará realmente con los demás”. El saber mirar y escuchar, como ya hemos visto en artículos anteriores, son parte de la espiritualidad de acogida.
Escuchar, acoger y hospedar al peregrino es un ejercicio pastoral. La Iglesia panameña tiene hoy la oportunidad de poner en práctica “la Iglesia que deseamos, que soñamos”, una Iglesia fraterna, una Iglesia hermana, una Iglesia que promueve y atiende a la persona, siguiendo el modelo de vida y de persona que es Cristo.
¿Qué entendemos por “acogida?
Somos conscientes que nos encontramos ante un fuerte cambio cultural, que está suponiendo un reto para la presencia de la Iglesia en el mundo. Son muchos los que ya viven “como si Dios no existiera”. Creemos que la clave de la acogida es la que ha de configurar a toda la comunidad cristiana panameña que proyecta ser misionera. Es la capacidad de escucha, de diálogo y respeto religioso y espiritual a la persona que se acoge, que se recibe o se visita; “respeto a su conciencia y a sus convicciones, que no hay que atropellar” (EN, 79). Es abrir las puertas del corazón y de la vida a un intercambio de bendiciones y de valores que tanto el peregrino como el que acoge poseen: humildad y paciencia, empatía y confianza, reciprocidad de virtudes y valores humanas y espirituales, que hacen sentirse a gusto a ambos interlocutores, ya que los dos dan y reciben en el intercambio de relaciones.
Es bueno tener presente que cuando que- remos ser “acogedores”, no partimos de cero. El cristiano y la familia cristiana que sabe acoger, hospedar, atender al peregrino, tiene cosas que ya viene haciendo, pues lo que hace al abrir su corazón y su hogar, es compartir lo que Dios le ha dado en su fe y en el camino de Iglesia que ha hecho y está haciendo. De esta manera hará una acogida cálida a quienes nos piden el favor de “hospedar”.
El reto que tenemos hoy: “Nos falta desarrollar más una espiritualidad de la acogida”
Una espiritualidad en la que se comienza por sentirse uno primero acogido por Dios, que brota del “ser agradecidos” y desear pagar tanto bien. Nuestros movimientos, grupos pastorales, comunidades, las vemos orientadas fundamentalmente a proporcionar servicios. La propia organización pastoral encuentra dificultades para favorecer la coparticipación y el sentido de pertenencia, ya sea parroquial o arquidiocesana. La acogida es una actitud evangélica, es tarea de todos, y no una tarea más, que la podemos considerar así. Padecemos de tener una acogida no suficientemente cálida, que puede ser condicionada por el estilo de vida que llevamos: prisas, compromisos, programas, proyectos, papeles… No hay suficiente acogida entendida como salida hacia fuera de nuestros propios lugares de confort, de seguridad. Hacemos cosas juntos, pero no compartimos suficientemente entre los propios miembros de los grupos.