Cristiano que se sabe amado, vive y transmite la alegría evangélica

Cristiano que se sabe amado, vive y transmite la alegría evangélica

La fidelidad a nuestra misión exige atención a los signos que resaltan en cada época, a las necesidades de cada cultura. Esta atención nos impulsa a tomar decisiones en favor de un mundo más fraterno y solidario que abre paso a la alegría. Ordinariamente la alegría cristiana está acompañada del sentido del humor, ejemplos son santo Tomás Moro, san Vicente de Paúl y san Felipe Neri. Es tanto lo que recibimos del Señor, que a veces la tristeza tiene que ver con la ingratitud, con estar tan encerrado en sí mismo que uno se vuelve incapaz de reconocer los regalos de Dios. El equipo de catequistas buscará siempre formarse en profundidad sobre el sentido de esta alegría de modo que pueda afrontar situaciones difíciles en los miembros de su grupo con sencillez y mediante el anuncio de la paternidad de Dios, con su actitud evangelizadora para discernir y ofrecer la catequesis de la alegría cristiana.

Esta actitud evangelizadora impulsa a la valentía ante lo posmoderno, no lo condena, no huye ni calla temerosamente sino que dialoga y abre espacios solidarios para todos. Confía especialmente en la convivencia fraterna y sus frutos. Hay momentos duros, tiempos de cruz, pero nada puede destruir la alegría sobrenatural, que «se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo». Es una seguridad interior, una serenidad esperanzada que brinda una satisfacción espiritual incomprensible que se expresa en el día a día.