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La Eucaristía es mucho más que un rito, es presencia viva del amor de Dios

La Eucaristía es mucho más que un rito, es presencia viva del amor de Dios

Desde una madre desesperada en una capilla vacía, hasta experiencias en congresos internacionales y adoración perpetua, los testimonios muestran que Cristo sigue actuando, real y presente.

 

Por Karla Díaz 

En el año 2006, Leticia Garrido y su esposo Alberto pasaron uno de los momentos más difíciles de su vida, cuando la segunda de sus hijas ingresó grave en el hospital. En medio de la preocupación, se les avisó que a la niña debían hacerle una intervención bastante delicada, con riesgos de muerte. Leticia recuerda ver a Alberto llorar desconsolado en el suelo, luego de firmar el papel de consentimiento que da el hospital. 

Jesús se hace presente en la hostia consagrada.

Su reacción inmediata fue bajar las escaleras y dirigirse al Santísimo a orar. “Recuerdo que cuando entré a la capilla del Santísimo, eran las 2:00 de la tarde y no había nadie. Estaba allí sola, me arrodillé y le supliqué a Dios que me ayudara con mi hija para que no le pasara nada malo”, dijo. 

Mientas Leticia oraba, escuchó murmullos, y cuando volteó para mirar quién estaba, vio siluetas de personas en las bancas detrás de ella. No vio rostros, solo siluetas de personas que estaban rezando.

“En ese momento mi cuerpo se erizó, sentí algo fuerte, sentí apoyo, fortaleza, y fue entonces cuando me di cuenta de que no estaba sola, que había mucha gente rezando conmigo, pidiendo por la salud de mi hija. Yo lo veo como un milagro, porque yo estaba con Jesús Eucaristía, yo estaba con Él”, relató. Minutos después, los médicos confirmaban: el procedimiento había salido bien.

En ese instante en que lo humano se detiene y lo divino se manifiesta, es cuando sentimos el milagro de la Eucaristía. Esos testimonios no solo conmueven, sino que reafirman la fe en la presencia real y transformadora de Jesucristo. 

 

Congreso Eucarístico

La Eucaristía como fuente de presencia real de Cristo y su poder transformador, no se da solo en el altar, sino en la vida del hermano, de los que sufren. Esa es parte de la vivencia que tuvo Elías Osorio, director del Coro Arquidiocesano y secretario ejecutivo del Departamento de Liturgia de la Arquidiócesis de Panamá, al participar el año pasado en el Congreso Eucarístico Internacional en Quito, Ecuador.

“Fue una experiencia hermosa, ya que reflexionamos sobre el Sagrado Corazón de Jesús, sobre la fraternidad, sobre cómo vivir la Eucaristía, no como un rito vacío, sino como un encuentro real con Cristo”. 

Entre las ponencias, destacó la urgencia que el papa Francisco siempre subrayó; salir a las periferias existenciales, donde la soledad, el dolor y la desesperanza claman por respuestas que solo el amor de Dios puede dar.

Pero este resurgimiento de la fe no puede quedarse en lo anecdótico; Elías considera que es momento de que en nuestro país se viva esta experiencia, pues la gente ama la Eucaristía, pero necesita formación.  

Por eso, uno de los retos más importantes para la Iglesia actual es potenciar los encuentros eucarísticos en todas las diócesis, no solo como eventos litúrgicos, sino como verdaderos espacios de encuentro con el misterio y el amor de Cristo.

“La Eucaristía no puede ser solo un rito, es vida, y nadie ama lo que no conoce, por lo que hay que enseñar, formar e iluminar, doctrinal y vivencialmente, el tesoro que tenemos”, puntualizó.

 

La capilla de la parroquia Santa Eduvigis, abierta todos los días a toda hora.

 

La capilla que nunca duerme

Desde el 25 de febrero de 2004, la Capilla de Adoración Perpetua de la parroquia Santa Eduvigis en Bethania, se ha convertido en un oasis espiritual. A cualquier hora del día o de la noche, los fieles llegan a dejar sus cargas, sus lágrimas y también su gratitud. Está abierta al público los siete días de la semana, las 24 horas. 

“Llegan perdidos y salen con fe”, señaló Jacinta Peña, secretaria parroquial de este templo, quien además se dedica a recibir y a acoger a los visitantes en la capilla. Cada jornada es distinta, destacó Jacinta, ya que  aquí llegan personas que sufren, que vienen a agradecer, pero también muchas vienen en búsqueda de restauración espiritual.  

Uno de los testimonios que más le impactó fue el de un joven que llegó un lunes —día de descanso para los sacerdotes— queriendo quitarse la vida tras una traición conyugal.

 

“Lo escuché, lo llevé al Santísimo… y regresó después para agradecerme. Me dijo que había decidido seguir viviendo. Yo sentí que había cumplido una misión”.

 

Otro caso fue el de una niña con epilepsia, cuyo padre venía todos los días a orar, inclusive con ella.  “Con el tiempo, su condición mejoró notablemente. Fue una alegría enorme para mí”, concluyó.

La Eucaristía es la fe viva del creyente, una fe concreta que se manifiesta a todos y en todo, cada día en hospitales, en capillas vacías que se llenan con rezos, en el consuelo de una madre, en la conversión de un desesperado, en la sonrisa de una niña o un niño sanado.

No es solo un rito, sino una invitación constante a vivir como verdaderos hijos de Dios y hermanos entre nosotros, sin dejar a nadie fuera. Es para nosotros un bálsamo para las heridas personales y se convierte en un llamado esperanzador frente al sufrimiento que atraviesa el mundo.