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La familia, corazón misionero de la Iglesia

La familia, corazón misionero de la Iglesia

Los niños pueden escribir cartas o hacer dibujos para enviar a misioneros en áreas de difícil acceso o en países lejanos. Es un gesto de ánimo y cercanía espiritual.

 

Por Ana Torres

En el marco del Mes de las Misiones, es vital recordar que la misión no es tarea exclusiva de religiosos o misioneros en tierras lejanas. También lo es, y profundamente, la familia cristiana, llamada a ser “Iglesia doméstica” y testimonio vivo del amor de Dios. 

El papa Francisco dijo con claridad que “las familias son el primer lugar donde se aprende a amar. La familia es el motor del mundo y de la historia” (Audiencia general, 9 de septiembre de 2015).  

En este sentido, la familia católica no solo forma a nuevos creyentes en la fe, sino que también es testigo del Evangelio en su entorno cotidiano: en el barrio, en el trabajo, en la escuela, en la comunidad parroquial. 

 

Cada hogar cristiano está llamado a ser luz en medio del mundo. La misión comienza en casa, con el testimonio de la oración, la acogida, la solidaridad y el perdón.  

 

En palabras de San Juan Pablo II, “el futuro de la humanidad pasa por la familia” (Familiaris Consortio, 86). Esta afirmación, lejos de ser una simple declaración, nos interpela hoy a reconocer que cada familia tiene un papel activo en la construcción del Reino de Dios. 

En el contexto misionero, la familia se convierte en una semilla de comunión y esperanza. Cuando vive según el Evangelio, evangeliza con su ejemplo. Cuando se abre a los demás, anuncia la caridad. Cuando educa en la fe, forma discípulos misioneros. 

En este mes misionero, renovemos nuestro compromiso como familias cristianas: que nuestras casas no sean solo refugio, sino también punto de partida para la misión. Que nuestra vivencia del amor de Dios sea contagiosa, cercana, creíble. 

Que, como María y José, abramos el corazón a la voluntad de Dios, y seamos familia para otros. 

 

Actividades para apoyar la misión y a los misioneros

  1. Oración diaria por los misioneros: Dedicar un momento cada día para rezar en familia por los misioneros. Puede ser el Rosario Misionero o una oración espontánea. Incluir peticiones por los pueblos no evangelizados y por las vocaciones misioneras.
  2. Adoptar espiritualmente a un misionero: Elegir un misionero (por nombre o región) y comprometerse a orar por él/ella regularmente. Algunas diócesis o congregaciones ofrecen programas de “adopción espiritual”.
  3. Ahorrar para las misiones: Colocar una alcancía misionera en casa. Cada miembro puede aportar semanalmente con pequeños sacrificios (como renunciar a un dulce o a un gasto innecesario). Lo recaudado puede donarse al DOMUND (Domingo Mundial de las Misiones) o a una obra misionera local.
  4. Conocer historias misioneras: Leer en familia testimonios de misioneros en diferentes partes del mundo. Esto inspira a los niños y jóvenes a valorar la entrega de quienes dejan todo por anunciar el Evangelio.
  5. Organizar una jornada misionera familiar: Pueden visitar una comunidad necesitada, llevar alimentos, compartir la Palabra, cantar, rezar y jugar con los niños. Es una manera de vivir la misión desde lo local.