Para el papa Francisco, los “santos de la puerta de al lado” son las personas de cualquier edad que viven con amor, humildad y fe en lo cotidiano y hacen su santidad en medio del mundo.
Por Miguel Ángel Ciaurriz, OAR
Se nos fue el mes de octubre, Mes del Rosario. El Papa León XIV invitó a todos los católicos a rezar cada día esta devoción mariana por la paz en el mundo, principalmente en los lugares donde están localizados conflictos violentos convertidos en guerras que matan y reducen la esperanza.
Y estamos ya caminando por el penúltimo mes del año, mes de las fiestas patrias, con sus desfiles escolares, y mes con el que nos preparamos para iniciar un nuevo año litúrgico con el Adviento, que ya está cerca. Con el primer domingo de este tiempo fuerte, cerraremos noviembre.
En 2018, el papa Francisco publicó la Exhortación Apostólica “Gaudete et Exultate. Me encantó y me ayudó a mirar con otros ojos algo tan sencillo y simple como lo que por siempre he tenido a dos centímetros de mis ojos, sin reparar en ello. Me refiero a lo que Bergoglio llama “los santos de la puerta de al lado”. Desde entonces, la fiesta de todos los santos me trae a la memoria esto de los santos de la puerta de al lado.
En esta Exhortación habla el Pontífice sobre el llamado a la santidad en el mundo contemporáneo. Es una de las imágenes más hermosas y cercanas e ingeniosas. Siempre pensé que lo santos, todos estaban en el cielo, y como algunos no son, digamos “cracks”, no hay para todos fecha en el calendario litúrgico para que los veneremos e imitemos en sus virtudes.
Los santos no son superhéroes, sino personas como nosotros, comunes, que amaron mucho.
Llamados a ser santos, todos estamos llamados. Y desde nuestro bautismo, ya lo sabemos de sobra. Pero, si en la puerta de al lado de nuestra casa hay gente sencilla y buena que se nos cruza en el camino de la vida cada día y en multitud de ocasiones, resulta que no solo el cielo está lleno de santos canonizados. También estos <<buena gente>> son santos y con el testimonio de sus vidas nos dicen que se puede ser santos sin esperar la hora de salir de este mundo.
Dice Francisco en el n° 7 de Gaudete et Exultatae: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en los hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo… En todos ellos, muchas veces olvidados o escondidos, está la santidad de la Iglesia militante”. Estos son los “santos de la puerta de al lado”: personas comunes, cercanas, con quienes convivimos a diario, que viven el Evangelio en silencio y fidelidad.

¿Por qué podemos decir que son los santos tan cercanos que los tenemos al lado de nuestra puerta?
Varias podrían ser las respuestas. Por ejemplo, que viven con alegría el deber de cada día, sin buscar reconocimiento, y hacen loque tienen que hacer porque saben que les toca servir y ponerse de últimos en la fila. Porque confían en Dios en medio de las dificultades y adversidades que enfrentan y cargan sobre sus espaldas. Porque aman, perdonan, ayudan, consuelan y rezan por los demás. En definitiva, saben amar sin medida y tienen una genial coherencia de fe.
Es esta coherencia la que les ayuda a transformar lo ordinario y cotidiano en algo verdaderamente extraordinario, yo diría que milagroso, como colar el primer café del día y cuidar con paciencia a su hijo enfermo. Santo de la puerta de al lado es ese anciano que tiene tanto tiempo libre que lo aprovecha rezando por todo el mundo, sabiendo que hay mucha gente aquí abajo que no tiene quien eleve una plegaria por ellos a lo alto.
