La mesa es ese lugar de encuentro que fortalece vínculos, promueve la gratitud y nos recuerda confiar en Dios cada día.
Frank Suárez/@franksosterapias
En nuestra vida cotidiana, la mesa familiar representa mucho más que el simple acto de compartir alimentos.
Es un espacio sagrado donde se cultivan los lazos de amor, gratitud y fe, y donde no solo se nutre el cuerpo, sino también el espíritu. Allí recordamos que Dios, en su infinita generosidad, nos provee y nos invita constantemente a compartir en comunidad.
En estos tiempos marcados por la prisa y las múltiples distracciones que nos abruman, se vuelve aún más necesario rescatar el valor de este encuentro.
Con frecuencia, relegamos la comida en familia a contadas ocasiones en las que logramos coincidir, sin reconocer que cada una de ellas puede y debe ser un momento propicio para agradecer al Señor por el alimento y por la presencia de nuestros seres queridos.
Cuando se vive acelerado, desplazamos el momento de comer juntos, en familia, por otras cosas menos relevantes.
No es raro que, en medio de estas reuniones, notemos la ausencia de quienes han partido, ya sea por fallecimiento o por situaciones como la migración. Aun así, la mesa sigue siendo ese lugar tangible donde se manifiesta el maná prometido por Dios a sus hijos.
Compartir el pan en familia se convierte entonces en un acto de fe, un ejercicio de confianza en la providencia divina, incluso en los días difíciles, cuando sentimos que no sabemos cómo llegará el sustento diario.
En Mateo 6:11, Jesús nos enseña a pedir “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, invitándonos a confiar en que no faltará. También en Juan 6:35, nos recuerda “yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre”.
Cada comida es una oportunidad para reconocer en Él al alimento que llena el alma y nos une en su amor.
Que, a ejemplo de Cristo, aprendamos a ser también pan compartido, extendiendo ese amor sin condiciones al prójimo que se sienta con nosotros, y a quienes, desde fuera de casa, también esperan una señal de esperanza.
