El guerrillero que se confesó

El guerrillero que se confesó

La historia oficial ha pintado un cuadro confuso y aterrador sobre la figura del líder campesino Victoriano Lorenzo. Toda historia o biografía debe culminar en un juicio absolutorio o una inapelable sentencia condenatoria. Pero en el caso de Lorenzo su vida terminó con el estruendo de los tiros de un pelotón de fusilamiento.

El escollo de revindicar a líderes como Victoriano Lorenzo es presentar las pruebas contundentes y documentales que esbocen nuevos elementos reivindicativos. ¿Quién era Victoriano Lorenzo? Un cholo como tantos otros de la región de Penonomé, y tal como él nos narra, cuando era niño su padre Rosa Lorenzo era el gobernador de los indígenas del norte de Coclé. En 1880, acompañó a su padre para tratar asuntos legales con el Dr. Belisario Porras.

Residió de niño en El Cacao al margen izquierdo del río Trinidad, el cual formaba parte del distrito de Penonomé. Pero luego de independizarse de su progenitor, fijó su residencia en Capira. Tuvo diferencias con un tal Pedro Hoyos y en vista de esta situación remitió Lorenzo carta a Monseñor José Alejandro Peralta. (1) (Archivo Nacional cajón 8883) Otra nota de 8 de julio de Monseñor Fermín Jované, quien remplazaba al Obispo José Alejandro Peralta y remitida a Victoriano Lorenzo señala que nadie puede cobrar diezmos en esa región, haciendo referencia a las acciones de Pedro Hoyos a quien se atribuía esa labor. La diferencia entre Hoyos y Lorenzo terminó en un altercado que resultó muerto Hoyos, hecho ejecutado por Lorenzo en legítimo defensa, por el que fue sentenciado a nueve años de presidio, pero luego se le rebajó la pena.

Al retornar a sus faenas diarias remite una nota el 7 de julio de 1899 al vicepresidente de Colombia (Archivo Nacional folio 880-881) donde hace una defensa de los indígenas por los ataques que realizaba el ejército conservador. Ahora bien, cabe una pregunta de dónde nace esa virtual acción solidaria de Victoriano Lorenzo en favor de los pobres y necesitados. La respuesta la encontramos en la formación que recibió de niño del Padre Jesús Jiménez en Capira. En una nota del sacerdote Jiménez describe cómo era Victoriano Lorenzo de niño: “Jamás recibí en él un mal modo, una mala inspiración, ni mala índole de acciones.” (Conte Porras. Meditaciones sombre Victoriano Lorenzo. p. 186) y agrega el padre Jiménez “Por su aplicación e inteligencia y aspiración a la instrucción, ilustración y cultura era respetuoso, aseado, atendía el templo, y era afable con todos; se contrajo al afecto de los vecinos de aquel pueblo, hasta los niños le brindaban lo que tenían”.

“Era mi camarero, mi escribiente, mi sacristán, mi cocinero, mi amigo fiel, y mi compañero leal, estudiaba, leía y escribía, y con su actividad le sobraba tiempo para odo…” (Conte Porras. p. 186)

Pasado los años Victoriano Lorenzo es nombrado regidor y al estallar la guerra de los Mil Días se enrola en el ejército liberal. Se unió a las filas de Belisario Porras y al finalizar la guerra se acoge al tratado de Paz. Sin embargo, es detenido y sometido a un consejo de guerra y condenado a fusilamiento a pesar de que el Tratado de Wisconsin lo protegía.

Sacramento de la reconciliación

En sus últimas horas, fue atendido por el Padre Agustino Recoleto, Bernardino García de la Concepción y el joven Horacio Méndez. En la Estrella de Panamá de 21 de mayo de 1903, aparece lo relatado por el sacerdote que dice: “contestando con ente-reza y claridad…son testigos muchos…pudieron escuchar…delante de la hostia consagrada, pidió perdón a los que había ofendido, concedió el perdón a los que le habían agraviado”.

Agregó el sacerdote lo siguiente: “Continuando en cada instante con la misma serenidad de ánimo, que por la mañana tenía, pude ver por las diferentes recomendaciones que me hizo, para su legítima esposa, como para otras personas que yo he cumplido en parte.”

“Padre mío, la muerte me hace llorar, pero con ella recuerdo a mi única hermana, diciéndome, me ruega y me suplica, que no me saquen de este recinto sin haberme reconciliado con Dios, y hasta no haber recibido la última bendición.”

El momento fatal se acercaba, tan solo faltaban diez minutos, y sereno y tranquilo me preguntaba: ¿Cuánto falta?, ¿Qué hora es? “Y esto decía, sin ningún temor. Yo, no teniendo el valor para decirle, o mejor dicho, era consciente de que él reaccionaría como cualquiera que hubiera procedido en esos momentos si se encontrara en ese lugar. ”Ocultando la hora le contesté: la hora se aproxima… Ten valor.

“El momento fatal se acercaba… y Victoriano Lorenzo exclamó: Padre mío ante esta imagen de Jesucristo declaro que los perdono a todos y pido perdón a cuantos he ofendido. Me llama y me dice ¿Padre, puedo tener en mi pecho el crucifijo?, yo coloqué el crucifijo sobre su corazón. Al tiempo que le sostenía el brazo, y con entereza me respondió, Padre mío, estoy tranquilo, cúmplase la voluntad del Señor. Luego se escuchó una ráfaga de tiros y su cuerpo se derrumbó”.

El sacerdote Bernardino de la Concepción terminó su escrito con estas palabras: “murió como un verdadero cristiano.”