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El maestro necesita contar con el papá y viceversa

El maestro necesita contar con el papá y viceversa

Recomendaciones (Detalles)

  • Las asignaciones deben ser lo suficientemente claras, precisas y sencillas para que el niño haga solo. Padres de familias y maestro son aliados. 
  • Los padres de familia deberían supervisar, pero no estudiar “por” el niño, y menos “hacer” por él. Tengan presente que se aprende haciendo.
  • Papás, supervisen a sus hijos sin distingo del grado, fórmelos en responsabilidad y a ser independientes para que crezcan en madurez.

Montgomery A. Johnson Mirones, ocds

Los indicadores de logros de la formación familiar lo reflejarán los niños en la escuela y durante toda su vida.  La formación de la juventud nos compete a todos, pero tenemos que tener cuidado en respetar los roles y profesiones de cada uno de los actores.

En estos meses de la escuela en casa, se ha debido tener cuidado de caer en algunas tentaciones contraproducentes para los niños. En primer lugar, que los maestros asignen tareas que requieren de la intervención de los papás de forma excesiva; en segundo lugar, que los papás, sin tener que hacerlo, hagan las tareas por los niños.  Queremos formar, además, niños que sean autónomos y seguros de sí mismos.  Pero no vamos a lograr esto si, por un lado, se asume que los papás tienen que hacer; y por otro, si como adulto me convierto casi en un alumno más en el salón.

Las asignaciones deben ser lo suficientemente claras, precisas y sencillas para que el niño haga solo. Por ejemplo, no ponga a un niño de primer grado construir una maqueta de su casa, póngalo mejor a dibujar su vivienda y que identifique los distintos sitios en este.  El maestro necesita contar con el papá y viceversa. 

Ambos son aliados uno del otro. 

Si el dibujo de la vivienda que tenía que hacer el niño de primer grado lo hizo el papá o mamá, que ejercen la arquitectura, tenemos un problema. No solo en el sentido ético, porque el trabajo no es del niño, sino también en las graves consecuencias que sufre el niño porque lo estamos cargando y sobreprotegiendo, y además subestimando al pensar que el niño no puede hacerlo. 

Imagínese el problema si por ese trabajo, el niño (arquitecto) gana una nota inferior a 5.0, según la rúbrica de evaluación, y se produce un reclamo, ¿a quién estamos evaluando, al niño a los papás? Quizá el dibujo fue espectacular, pero no siguió alguna instrucción específica que produjo una nota inferior.

Otro ejemplo es que el papá estudió el plan con el niño, y en el ejercicio no ganó 5.0; no dudamos que el adulto haya debido supervisar el estudio.  Pero recordemos que la calificación numérica no demuestra que el niño sea más o menos “inteligente”, y tampoco que sepa más o menos. Reclamar una nota, porque usted como adulto estudió con el niño no garantiza un 5.0.

No queremos que los niños se caigan de una bicicleta y se hagan daño, pero tampoco los pondremos en un campo de fuerza que prevenga las caídas y raspadas. Está bien que el niño se “caiga” (en sentido metafórico), pero de estas se tienen que aprender. Está permitido errar, lo que no se nos está permitido es quedarnos caídos. Levántate y anda, sin enojarte con la bicicleta.

Desde niño, hay que establecer estructuras y rutinas, para que cuando llegue la adolescencia, no se convierta en un reto superior.  Los padres de familia deberían supervisar, pero no estudiar “por” el niño, y menos “hacer” por él. Se aprende haciendo. Los maestros deben poder, según sea el grado y materia, incentivar las competencias de saber hacer; y los papás deben dejar que hagan por sí solos, con seguridad y prestándoles la merecida atención.

Como consejo final, a maestros: sean conscientes de las asignaciones que dejen, que sean verdaderamente realizables por los niños. A los papás: supervisen a sus hijos, sin distingo del grado, fórmelos en responsabilidad, para que acepten con dignidad las consecuencias de la falta de esta, fórmelos para que puedan aprender a aprender de forma independiente y crecerán en madurez.

Como partícipes todos de la formación de la juventud, y siguiendo la línea del Educador Católico, nos caracterizamos por evangelizar con acciones en el salón de clase, y en casa también. El evangelio habla de la verdad que es Cristo, la verdad que educa y forma. Finalmente, Santa Teresa de Jesús nos enseñó que la humildad es andar en la verdad. Humildemente respetemos los roles de cada uno, y que detrás de cada error hay una lección.