50 años del secuestro y desaparición del padre Héctor Gallego

50 años del secuestro y desaparición del padre Héctor Gallego

Sacerdote católico, comprometido con la política social del Concilio Vaticano II y la Conferencia de Obispos Latinoamericanos de Medellín, fue secuestrado y desaparecido en Veraguas, el 9 de junio de 1971.

Betzaida Toulier U.

¿Quién lo mandó a capturar?¿Qué le hicieron?¿Dónde están sus restos? Es la pregunta que 50 años después sigue haciéndose la Iglesia y los campesinos de Veraguas. El secuestro y desaparición del padre Héctor Gallego, aquel 9 de junio de 1971, mantiene abierta la herida de un pueblo que nunca le ha olvidado.

Desde esa fatídica noche, la Iglesia ha exigido que se conozca la verdad del caso del sacerdote colombiano. Su familia ha pedido, durante todos estos años, saber dónde están sus restos óseos para darle cristiana sepultura.

Desde Colombia a Panamá

El padre Héctor Gallego nació el 7 de enero de 1938, en un pueblo Antioqueño llamado Montebello, del municipio de Salgar Departamento de Antioquia, Colombia. Era el mayor de once hijos, del matrimonio de Horacio Gallego y Alejandrina Herrera. 

Cumplió su educación primaria en la escuela Siberia. La secundaria en el colegio de Jericó. Desde pequeño mostró su inclinación al sacerdocio. Recibe enseñanza filosófica en Santa Rosa y luego ingresa al Seminario Arquidiocesano de Medellín, Colombia en 1963. 

VOCACIÓN. Desde pequeño mostró su inclinación al sacerdocio.

A la edad de 27 años se entera, por medio de un compañero en el seminario, llamado Plinio Mojica, de Panamá, que la Diócesis a la que pertenecía (Veraguas), sólo había nueve sacerdotes para atender a 160 mil almas y que algunas parroquias no tenían sacerdotes.

En 1965, en una visita de Monseñor Marcos Gregorio McGrath a Medellín, para asistir a una reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) del cual era directivo; el joven seminarista se acercó a Mons. McGrath, Obispo de Veraguas, para expresarle su deseo de tener una experiencia pastoral en esta Diócesis.

Así fue como, Héctor Gallego llegó a Panamá, por primera vez, para iniciar un período de prueba como seminarista en el Obispado de Santiago, durante el primer semestre de 1967. Tras completar ese semestre, viajó a Colombia para recibir la ordenación sacerdotal el 16 de julio de 1967, y regresó a Veraguas el 13 de agosto, y ofició su primera Misa en la Iglesia de San Francisco de la Montaña, el 20 de agosto del mismo año. En el verano de 1968 fue nombrado párroco de la Iglesia de San Pedro Apóstol de Santa Fe.

Poco tiempo después, Mons. McGrath es nombrado Arzobispo de la Arquidiócesis de Panamá; el entonces Obispo de la Prelatura de Bocas del Toro Mons. Martín Legarra OAR, pasa a titular de la Diócesis de Veraguas.

Trabajo de evangelización y promoción humana

Comprometido con la política social del Concilio Vaticano II y la Conferencia de Obispos Latinoamericanos de Medellín, el padre Héctor Gallego comienza su trabajo de evangelización y promoción humana, organizando a los campesinos en varios programas que cambiarían su vida.

Para ese entonces, la Iglesia Católica llevaba adelante el Plan Veraguas, consistente en crear las condiciones para romper los círculos viciosos de atraso y extrema pobreza. Este Plan había sido elaborado por el reverendo padre Ricardo Seidel, con el apoyo de Monseñor Marcos Gregorio McGrath.

El estudio identificó un analfabetismo del 51% de la población de 10 y más años; y la región ocupaba el 87% de viviendas con piso de tierra, segundo lugar nacional; 80.4%  de la población vivía sin agua potable ni servicio sanitario; 91.9% sin energía eléctrica; un 50% de la niñez sufría de malnutrición; y había una tasa de mortalidad por enfermedades infecciosas y parasitarias y por tuberculosis, en todas sus formas.

En ese tiempo ya existían 34 comunidades de base que había organizado el padre Alejando Vásquez Pinto, quién fue párroco de Santa Fe y su guía cuando Gallego realizaba su experiencia pastoral.

Consecuencias de la evangelización

El padre Héctor  organizó un programa de evangelización de la fe al que solo asistieron los campesinos, no así la clase económica de la región. Con estas personas trabajó en los campos, durmió en sus chozas, compartió  sus preocupaciones hasta llegar a ser como uno de ellos.  Les anunció la Buena Nueva y les hizo entender la dignidad de ser hijos de Dios. 

La idea fundamental fue la eliminación de la explotación por parte de comerciantes inescrupulosos de la región que se aprovechaban de la ignorancia de la población. Gallego formó a los líderes comunales de las primeras Comunidades de Base, que acogieron la alternativa económica y social. Los terratenientes seriamente perjudicados culparon al joven párroco con ideas de justicia social.

VISIÓN. Trabajo de evangelización y promoción humana organizando a los campesinos, sin dejar de iluminarles la vida con la Palabra de Dios.

Así fue como, en 1968 el padre Héctor trabajó en la organización de la cooperativa “La Esperanza de los Campesinos de Santa Fe”. Pero fue precisamente la cooperativa motivo de choque con los comerciantes, pues rompía el control económico de la región.

El movimiento religioso y cooperativo encontró resistencia, precisamente por ser un movimiento de cambio. Lo acusaron de comunista, de cuadrado y de protestante, tratando de desautorizarlo ante el pueblo. El mismo Gobierno presionó para que la cooperativa fuera una institución estatal. Cuando este intento tampoco detuvo la marcha del movimiento, entonces se dan acciones de violencia directa.

En junio de 1969 empezaron los ataques contra el padre Héctor, incluso en diciembre del mismo año lo arrestaron. No obstante fue puesto en libertad porque se comprobó que todas las acusaciones eran calumnias.

Desde su secuestro, la Iglesia ha exigido que se conozca la verdad del caso del sacerdote colombiano.

A principios de 1971, el padre Gallego pasó vacaciones en su ciudad natal y pronto se corrió la voz de que no podría volver a su parroquia.  El obispo Martín Legarra arregló este asunto con el entonces General Omar Torrijos, emparentado con algunos terratenientes de Santa Fe.  El padre Héctor Gallego pudo así regresar a atender su parroquia.

El 22 de mayo le prendieron fuego a su choza, pero pudo escapar. El 9 de junio de 1971, mientras dormía en la casa de un amigo, se presentaron tres hombres en un jeep, sacaron al sacerdote, lo golpearon y secuestraron.  Desde ese día no se tiene noticia de él.

El padre Héctor fue un auténtico testigo del Evangelio por su paciencia en sufrimientos de toda clase. Vivió la pobreza en el vestir, fue golpeado y encarcelado por defender la causa de los pobres, los campesinos de Santa Fe.

Iglesia exigió conocer la verdad

REUNIÓN. Junto a Monseñor Martín Legarra, Obispo de la Diócesis de Santiago en 1971, meses antes que lo desaparecieran.

Desde que se conoció de la desaparición del padre Héctor Gallego, la Conferencia Episcopal emitió tres comunicados: 14 de junio, 22 de julio y 20 de agosto de 1971. Y muchos otros a través de todos estos 50 años.

El comunicado del 14 de junio, entre otras cosas, pedía que se aclarará “el misterio en torno a este doloroso caso, tanto más segura esté la persona del Padre Héctor Gallego, y más pronto lo devuelvan a la libertad de su misión sacerdotal; quienes lo tengan ahora en su poder”. Aún se tenía la esperanza de que estuviera con vida.

Mientras que el comunicado, con fecha 20 de agosto, transmitía la preocupación de los obispos por la falta de interés demostrada por las autoridades competentes, con relación a la investigación del delito cometido contra la persona del padre Héctor Gallego.  

Desde aquellos años hasta estos días, la iglesia –desde sus obispos, sacerdotes, religiosas, y laicos- no ha dejado de traer a la memoria histórica la desaparición y asesinato del sacerdote colombiano, y ha exigido siempre que se conozca la verdad: “¿Dónde está Héctor Gallego?”.

Gallego: sacerdote, hijo del Concilio, promotor del laico y la acción social

CAMPESINADO. Héctor Gallego, el cura, organizó a los campesinos para que vivieran del trabajo de su tierra. Hoy lo recuerdan con cariño. (Foto 

Eunice Meneses Araúz.

En la madrugada del 9 de junio de 1971 –hace 50 años– un grupo de la Guardia Nacional llegó de madrugada a la comunidad de Santa Fe, en Veraguas, para sacar de la casa donde dormía al sacerdote Jesús Héctor Gallego Herrera.

Jamás se le volvió a ver, ni vivo ni muerto.

Era la vivienda de Jacinto Peña, gran amigo del cura, donde se había tenido que refugiar porque la choza donde vivía fue quemada por desconocidos, y se quedó sin un lugar donde recostar la cabeza.  

Cincuenta años después se mantiene la pregunta como si fuera la primera vez: “Héctor, ¿Dónde estás?

Pero, cuidado, comete error quien haga memoria de Héctor como lo que no fue. No fue un hombre de izquierda ni un subversivo, mucho menos un cooperativista simple y llano, o un militante obsesivo de la acción social revolucionaria.

Gallego fue, de principio a fin, un sacerdote, propagador de las enseñanzas del Concilio Vaticano II.

Sacerdote

El desaparecido Héctor Gallego fue y sigue siendo presbítero.

Gallego, desde muy pequeño, mostró interés por el sacerdocio ministerial y, como tal, evidenció sensibilidad por los problemas sociales y políticos que  afectaban a la población más pobre de las áreas rurales.

Como Cristo, ni más ni menos.

AGRADECIDOS. Le honran porque antes de él eran explotados por terratenientes del área.

Por eso se forjó en él la idea de hacerse sacerdote y llevar la Palabra de Dios a cualquier parte donde se requiriera sus servicios.

Escuchó de Panamá de labios de su paisano el padre Plinio Mojica, quien laboraba en Santiago.

Fue por él que se enteró que en esta interiorana y joven diócesis (tenía solo un año de fundada) sólo había nueve sacerdotes para atender a 160 mil personas y que algunas parroquias no tenían sacerdotes.

En 1965 habla con el entonces Obispo de la recién creada Diócesis de Veraguas, Monseñor Marcos Gregorio McGrath quien estaba en Medellín para una reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano, y le manifestó su deseo de servir en la diócesis que él pastoreaba.

Es así que llega a Panamá en 1966, siendo diácono y acompañado por el Padre Pablo Bueter para incorporarse a la vida de los veragüenses el 5 de febrero de 1967, ubicándolo en la parroquia San Francisco de Veraguas.

Gallego fue un promotor del laicado y propulsor de la Pastoral Social de la Iglesia Católica

Su trabajo diario se centró en el Movimiento Familiar Cristiano y con los jóvenes del Grupo “San Francisco Mejor”. El 12 de julio de 1967, regresa a Medellín y el 16 del mismo mes fue ordenado sacerdote por Monseñor Marcos Gregorio McGrath.

Regresa a Panamá el 13 de agosto del mismo año y su primera misa la celebró en el templo de la Parroquia de San Francisco. El 20 de agosto marchó de inmediato a Santa Fe para comenzar la organización de su futura parroquia.

Santa Fe era un área muy difícil por sus montañas y su población muy dispersa, con mucha pobreza.  Sin embargo, el joven Gallego  visita a todas las comunidades con un grupo de seminaristas y empieza a hacerse uno más  con los campesinos, a sentir sus sufrimientos y sus luchas.

El padre Gallego organiza el distrito en centros comunales, inicia reuniones de estudio del Evangelio para la formación de las comunidades de base en el pueblo cabecera, y en las diferentes comunidades.

Este trabajo de concienciación y organización disgustó a los poderosos del área, quienes sacaban provecho de los campesinos, y los mantenían en la pobreza.

Vaticano II

El padre Gallego vivió a plenitud las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Y lo hizo desde su realidad sacerdotal, estado de vida entendido como expresión del servicio y Amor de Dios a la humanidad, en especial, a los más pobres entre los pobres.

Con Gallego, la esencia del Vaticano II subió a las montañas veragüenses, expresándose en las comunidades eclesiales de base (CEBs), la lectura popular de la Biblia, la valoración de la religiosidad popular, y la inserción de la vida religiosa en ambientes pobres. Todo de la mano de un cura joven y apasionado.

Con Gallego se puede decir que la recepción del Vaticano II en Panamá, fue “selectiva, creativa y fiel”, y muy latinoamericana.

Recordemos que, como obispo, Gallego tuvo al inicio a un padre conciliar, monseñor Marcos Gregorio McGrath, quien le inspiró.

Gallego fue un discípulo de las enseñanzas del Concilio, pero sobre todo de la Conferencia Medellín que actualizó el Vaticano II según la realidad de América Latina. Se inauguraba una manera muy propia de hacer teología, entendiendo la realidad de los pueblos no como un accidente prescindible, sino como antecedente que confronta y centra el ejercicio teológico.

MEMORIA. A Gallego lo recuerdan como un padre que les trajo la Luz de Dios y la liberación económica.

Ver, juzgar, actuar

El sacerdote desaparecido fue un alumno ejemplar del método inductivo propuesto por el Vaticano II para hacer teología, pero sobre todo para la pastoral.

Fue con esta herramienta (Ver, Juzgar y Actuar) que Gallego hizo la interpretación de los signos de los tiempos en Santa Fe y sus campesinos, y lo hizo vida. No se quedó en ningún documento, sino que se transformó en mecánica de trabajo para él.

El laicado

Como consecuencia de esta adopción apasionada del Concilio, el padre Héctor Gallego inspiró a los laicos para que asumieran su papel protagónico en la construcción del Reino de Dios.

Gallego, formado como estaba en las enseñanzas del Vaticano II, vio en cada persona, sin importar su estado de vida, una parte de un todo divino, y se esforzó para que cada uno de quienes se encontró en su tarea pastoral lo entendiera así, y lo llevara a la vida diaria en todo ambiente.

Por eso, el afán por el cooperativismo, movimiento que pondera el valor del trabajo en igualdad de condiciones para una equitativa distribución de la riqueza.

Gallego tuvo la visión anticipada para entender el movimiento cooperativo como una fuerza económica que extiende sus beneficios a la base de la pirámide económica, propiciando la inclusión financiera hacia los más necesitados, creando oportunidades de desarrollo social, económico y ambiental.

Fue una manera de propiciar la irrupción de los pobres, y de Dios, en la vida, que es otra manera de entender el Vaticano II en América Latina.

Lo social

Entonces el padre Héctor también fue un gran promotor de la Pastoral Social, un adelantado.

Gallego fue uno de los que propició que los pobres permanezcan como un tema determinante en el continente americano, incluso, como un “lugar teológico” desde el cual comprender el Evangelio.

La expresión “cerca del pobre, cerca de Dios” condensa el criterio clave y decisivo de discernimiento evangélico que asumió el padre Gallego durante su trabajo pastoral en las montañas veragüenses.