En la celebración de la consagración de los santos óleos, el arzobispo de Panamá instó al clero a vivir su ministerio con autenticidad y entrega.
Por Marianne Colmenárez
Durante la Misa Crismal celebrada este martes 15 de abril en la Catedral Basílica Santa María la Antigua, el arzobispo metropolitano José Domingo Ulloa exhortó a los sacerdotes de la Arquidiócesis de Panamá a renovar sus promesas con un corazón ardiente.
La liturgia estuvo marcada por un profundo llamado a la autenticidad del ministerio sacerdotal, a la luz del servicio a los pobres y a las periferias existenciales.
Monseñor Ulloa enfatizó en su homilía, la importancia de volver al «primer amor» que impulsó la vocación sacerdotal y abordó la tentación de los presbíteros a convertirse en meros administradores de lo sagrado, desconectándose del misterio y la gratuidad del llamado recibido.
“Hay una tentación que no aparece en el seminario… llega después, cuando el óleo ya se ha secado en las manos… Cuando el sacerdote se convierte en gerente y no en servidor, pierde la esencia de su consagración» destacó.
La Misa Crismal es una ocasión significativa en la que se bendicen los tres aceites litúrgicos: el aceite de los catecúmenos, el óleo de los enfermos y el santo crisma, utilizado para los sacramentos de la iniciación cristiana.
Recuperar la autoridad moral desde el servicio
El arzobispo metropolitano instó a toda la Iglesia, especialmente a los pastores, a retomar con seriedad y coherencia la opción por los pobres. “La referencia a los pobres no puede quedarse a nivel discursivo… debe llevarnos a una evangelización que denuncie las injusticias.”
Pidió a la comunidad eclesial ser signo de esperanza, siendo “facilitadores de espacios de encuentro con el Dios vivo”.

Renovación de promesas: voces sacerdotales
Durante la liturgia, los sacerdotes renovaron públicamente sus promesas, gesto que para muchos fue profundamente conmovedor y significativo. Entrevistados tras la misa, varios compartieron cómo vivieron este momento de gracia.

Para Fray Ameth Moreno, de la parroquia Santa Rita de Casia de La Chorrera, «es una alegría volver a empezar de nuevo, unidos a Cristo en llevar su misericordia al pueblo de Dios. No administrar nuestra vocación, no ser operarios, sino caminar con nuestras comunidades, fortalecer la fe con nuestras parroquias”.

El sacerdote Mirope Polanco, de la parroquia Nuestra Señora de los Dolores en Arraiján, recordó con gratitud que, hace 29 años fue ordenado en esta catedral y ha sido un recorrido interesante, lleno de la gracia de Dios. «Uno puede descubrir sus pecados, pero también el inmenso amor de Dios y la alegría de consagrar la vida para servir como Jesús a la comunidad. El ministerio sacerdotal es lo mejor que me ha ocurrido en esta vida” aseguró.

Por su parte, el sacerdote Mario Geremía, misionero scalabriniano, expresó que este día fue ocasión para confirmar su compromiso con Dios. «Salimos con más fuerza para seguir acompañando a su pueblo santo, caminando con ellos, con los más vulnerables”, dijo.

Finalmente, el padre Euclides Rivera, recientemente nombrado párroco de San Juan Bosco de Pedregal, aseguró estar renovando el compromiso con su comunidad, con Jesús que le llamó y consigo mismo, pues respondió a la vocación que Dios puso en su corazón. «Monseñor indicó que debemos volver al amor primero, volver a lo que me ilusiona y me enamoró de este camino. Con esa fuerza, servir al santo pueblo de Dios” recalcó.
Un pueblo que moldea a sus pastores
En sus palabras finales, monseñor Ulloa agradeció al pueblo de Dios por ser “la comunidad que nos hace ser mejores curas” y recordó que los fieles también sufren cuando los sacerdotes pierden su rumbo.
“Es este bendito Pueblo de Dios quien nos moldea, nos enseña… un pueblo que tiene derecho a no ser dividido y que sufre en silencio nuestras fragilidades”, dijo.