,

Hogar San José, un refugio jubilar donde hay amor en medio del dolor

Hogar San José, un refugio jubilar donde hay amor en medio del dolor

Además del esfuerzo diario por atender a niños y ancianos, las Misioneras de la Caridad recorren cada semana las periferias de la ciudad para llevar alimento, fe y dignidad a los marginados.

 

Por Marianne Colmenárez

El Hogar San José de las Misioneras de la Caridad no es solo un refugio para los que el mundo ha olvidado. Es un santuario donde Jesús sufre, ama y se manifiesta en los rostros de quienes viven allí.

“Dios sigue sufriendo, aunque duela, pero también sigue amando”, dijo con firmeza la hermana María Luisa, superiora del hogar desde junio de 2024. 

De Córdoba, Argentina, y con 32 años de vida religiosa, ha servido en varios países de América Latina y hoy, en Panamá, reconoce haber encontrado “una fe viva, alegre y generosa”, que se transforma en acciones concretas desde esta obra de misericordia.

Actualmente, 58 personas, entre ellas 24 menores de edad, reciben atención integral: desde niños con parálisis cerebral y traqueotomías, hasta adultos mayores con demencia senil, que llegaron después de haber sido abandonados. “El amor es lo único que los mantiene vivos”, afirmó la hermana.

 

La hermana María Luisa brinda ternura y atención a una niña con discapacidad.

 

En las periferias

La misión no se limita al hogar. Cada semana, las religiosas junto a jóvenes del Movimiento Tengo Sed y laicos comprometidos de El Valle de San Isidro, salen a las periferias de la ciudad para llevar alimento y esperanza a quienes más lo necesitan.

Entrega de alimentos a los habitantes de calle.

 “Quisiéramos salir más días, pero somos solo diez religiosas, y cuatro de nosotras están enfermas y requieren atención especial”, explicó la hermana María Luisa. 

Aun con recursos humanos limitados, el deseo de saciar la sed de amor de Jesús en las almas de los más pobres, los impulsa a continuar. Una vez por semana visitan hogares de comunidades vulnerables, como Kuna Nega o Veracruz, para evangelizar. Los domingos, por ejemplo, se unen para preparar, desde la madrugada, más de 150 platos de comida para personas en situación de calle, que reparten desde la una de la tarde en el Parque Porras y diferentes áreas de Calidonia.

“No solo repartimos comida; en cada empaque se escriben mensajes que recuerdan a las personas que Dios las ama. Mientras unos entregan los alimentos, otros compartimos la Palabra de Dios”, agregó la superiora de esta congregación.

 

Tienen su propia escuelita

La Prof. Lilia Tejada imparte clases con paciencia y vocación.

Lilia Tejada, instructora vocacional en la escuelita Santa Teresa de Calcuta, lleva ocho años sirviendo como educadora. “Es un privilegio de amor”, aseguró. 

Ella, junto a la docente Betzalia Juárez y un equipo de técnicos en fisioterapia, fonoaudiología y terapia ocupacional, trabaja para desarrollar las habilidades de los niños, fortaleciendo su autonomía y participación.  

“Para este mes de la etnia negra se han preparado con entusiasmo y realizarán una presentación de bailes Congos para la feria del 30 de mayo”, informó Lilia.

 

Un lugar jubilar

El pasado 30 de marzo se vivió con recogimiento la apertura oficial del Hogar San José como lugar jubilar.

La familia que conforma esta obra recibió la bendición de monseñor José Domingo Ulloa, arzobispo de Panamá, en una ceremonia que marcó el inicio de este tiempo de gracia.

 

Las parroquias o movimientos que deseen visitar el Hogar San José deben coordinar previamente a través del WhatsApp 6941-4433.

 

“Ha sido un regalo para todos los que vienen a la obra y para quienes vivimos aquí. No es una oportunidad para mostrar lo que hacemos, sino para mostrar a un Dios que está vivo y presente. Aquí hay sufrimiento, pero también esperanza. Los niños no tienen culpa de lo que les pasa, de sus condiciones. Dios sigue sufriendo en ellos”, expresó la hermana María Luisa.