Durante la misa dominical en la Catedral Metropolitana, el arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, hizo un llamado firme a la nación a no resignarse frente a la corrupción, la indiferencia y las injusticias, recordando que la verdadera transformación del país inicia en el interior de cada persona.
Karla Díaz
En una homilía cargada de esperanza y compromiso, el arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, exhortó este domingo 26 de octubre a los panameños a no acostumbrarse a la corrupción ni a la indiferencia social, sino a asumir con valentía el desafío de transformar el país desde la humildad y la fe.
Inspirado en la parábola del fariseo y el publicano, el arzobispo recordó que “Panamá no saldrá adelante con soberbia ni con autosuficiencia, sino con la humildad de quienes saben reconocer lo que está mal y se atreven a cambiar primero en su interior para transformar la sociedad”.

Monseñor Ulloa afirmó que la nación necesita recuperar la sensibilidad ante el dolor de los más pobres y vulnerables, y denunció la apatía que muchas veces impide creer en la posibilidad de un cambio real.
“Nos hemos dejado engañar muchas veces pensando que en Panamá nada cambia. Pero hoy les digo con fuerza: sí se puede cambiar, porque somos un pueblo de fe, y la fe es la fuerza que abre caminos de esperanza”, expresó.
El arzobispo subrayó que la conversión no puede quedarse en el ámbito personal, sino que debe alcanzar todos los espacios de la vida nacional, la política, la familia, las escuelas, los medios de comunicación y la Iglesia misma.
Hace falta menos orgullo y más empatía, menos discursos que dividan y más gestos que unan. El Señor nos invita a construir juntos un Panamá justo, solidario y fraterno, donde cada vida cuente y nadie quede atrás”, enfatizó.
Finalmente, monseñor Ulloa alentó a los fieles a no temer el cambio, recordando que la fuerza del bien y de la fe siempre prevalecerá sobre la oscuridad.
“El cambio que Panamá necesita comienza hoy, y comienza en cada corazón humilde que se abre al amor de Dios. No tengamos miedo a cambiar, porque las puertas del mal nunca prevalecerán”, concluyó.
