Monseñor Ulloa invitó a los fieles a encarnar el Evangelio en gestos concretos de amor y servicio hacia los más necesitados, recordando que la fe verdadera transforma la historia y devuelve la dignidad a los olvidados.
Por Marianne Colmenárez
La Iglesia en Panamá celebró este domingo la Jornada Mundial de los Pobres con una eucaristía presidida por Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, arzobispo metropolitano, en la parroquia Santa María del Camino, en Ciudad Radial. Aunque la celebración universal será el próximo 16 de noviembre de 2025, el Arzobispo decidió adelantarla por razones pastorales.
El Santo Padre ha propuesto para esta novena edición el lema “Tú, Señor, eres mi esperanza” (Sal 71,5), expresión que recoge el grito confiado de quienes, en medio de la pobreza, mantienen viva su fe.
Durante su homilía, monseñor Ulloa recordó que el Evangelio no se reduce a palabras bonitas ni a emociones pasajeras, sino que exige una respuesta concreta ante el dolor del prójimo.
“Jesús se identifica con el hambriento, con el sediento, con el enfermo, con el migrante, con el preso, con el abandonado. No dice ‘estoy como ellos’; dice: soy yo. Todo lo que hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo lo hicisteis”, afirmó.

Para el Arzobispo, no basta con profesar una espiritualidad que emociona, si esta no se traduce en acción solidaria. “La fe que no se hace compromiso es un eco vacío. La fe de Jesús abre el bolsillo, abre la casa, abre el tiempo, abre la vida.”
Invitó además a salir al encuentro de los más pobres, recordando que Jesús no se quedó en el templo; se fue a la periferia.
En su reflexión, señaló que la realidad panameña también interpela la fe. Detrás de la ciudad moderna y luminosa, conviven “varios Panamá”, el de la pobreza extrema en pueblos indígenas, el de los campos olvidados y el de los barrios urbanos donde la miseria se oculta en silencio.
“Esta realidad no puede dejarnos indiferentes. Nos interpela, nos sacude, nos llama a volver al corazón del Evangelio”, subrayó.
En Panamá ha querido vivir el Evangelio con obras concretas sostenidas por la fe, la oración y la generosidad de muchos. “La Iglesia no es un edificio ni una institución, la Iglesia eres tú… gracias a tu ayuda, la Iglesia puede seguir siendo hogar, escuela, hospital y taller de esperanza.”

Hogares y obras de esperanza
La Iglesia panameña sostiene múltiples iniciativas que encarnan el Evangelio entre los más necesitados.
El Hogar San Juan Pablo II acoge y rehabilita a hombres y mujeres en situación de calle, mientras la Fundación Senderos ofrece comida diaria a más de 850 beneficiarios en sectores como Kuna Nega, Pacora, Las Garzas, Curundú y Santa Ana. Además, mantiene dormitorios temporales y abrirá en diciembre un nuevo comedor en el Instituto Oncológico para pacientes y familiares de escasos recursos.

El Hogar Luisa brinda refugio a migrantes, y la Casa Hogar El Buen Samaritano atiende a personas con VIH/SIDA. El Comedor Solidario Santa María del Camino ha servido más de dos millones de platos de comida en tres años, mientras la Orden de Malta y diversas comunidades religiosas continúan multiplicando gestos de solidaridad donde más se necesita.
En favor de la niñez, hogares como San José de Malambo, Divina Gracia, María Reina, María Guadalupe y otros ofrecen educación, protección y cariño. Centros como La Anunciación, Nuestra Señora de la Merced, COEFAM y María Auxiliadora brindan formación integral y oportunidades de desarrollo.
El amor a los mayores se refleja en hogares como San Pedro Nolasco, Bolívar, San José y Luz y Vida y el Hogar Kkottongnae, donde los ancianos viven con dignidad y compañía.
En 2026 abrirá la Casa de Día Rosario Salineros de Gago, conocida como “la guardería para adultos mayores”, un nuevo espacio de encuentro y ternura en Ciudad Radial.
