La JMJ es un espacio para hacer experiencia de Dios y “crecer en la vida espiritual”. Los jóvenes están llamados a mostrar el grado de espiritualidad que mueve sus vidas, y a tener el corazón abierto a Dios para crecer en la vida espiritual con el encuentro y a partir del encuentro con el Papa Francisco. Si damos una mirada a la humanidad hoy, y en ella a los acontecimientos que venimos teniendo, con plena certeza decimos que “Dios está visitando a su pueblo, a su obra creadora, y la está llamando a volver al buen camino, a volver a la vida espiritual con la que creó todas las cosas. La Escritura nos recuerda que “somos uno con Él” (1Cor 12,12), que somos miembros de su cuerpo y que “ha dado a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos” (1Cor 12, 7). Como buen Padre quiere que volvamos a Él y no perdamos la vida feliz que nos promete.
En los acontecimientos que el mundo está viviendo hoy, tenemos una llamada de Dios al corazón del hombre, una “conversión a Dios vivo”, una llamada a “creer y a ser creíbles; a ser y parecer” lo que nos toca vivir a cada uno en la vocación a la que ha sido llamado. No caigamos en el engaño del demonio que nos hace pensar y decir que todo esto es un ataque del mal al matrimonio, a la familia, a la Iglesia, a la vida. No. El cristiano debe atender a Cris-to y no al otro. Debe volver la atención a Cristo y saber escuchar y atender lo que le pide. Recordemos los inicios de la Alianza: “Yo los haré volver a la tierra que di a sus padres como su propiedad” (Jer 30,3).
Razón de esta llamada: “no supimos estar donde teníamos que estar” (Papa Fco). Nos alejamos de la fidelidad vocacional que a cada uno corresponde vivir. Siempre que pecamos se cumple esta sentencia, no sa-bemos estar ahí donde debemos y de la forma que debemos estar según la vocación de cada uno. En todo acontecimiento escuchemos y leamos a Cristo, quien con ello invita a volver donde siempre debimos estar: “Permanezcan en mi amor” (Jn 15,9), unidos a la Vid verdadera (Jn 15, 1-11), que si nos distanciamos de ella, desaparece el optimismo en la vida. El compromiso de hoy, la llamada de Dios, “volver a Él”, que es muy fácil soltarse de su mano.
No olvidemos el viejo proverbio: “cosechamos lo que sembramos”. También lo que afirma el sentido común: “no existen respuestas aisladas, como tampoco existen casualidades sino causalidades”. Todo tiene una raíz que lo hace nacer, una génesis que le da inicio a vivir. Con el proceder libertino, la humanidad le ha estado pidiendo a Dios que salga de nuestras vidas, de nuestros gobiernos, de nuestras escuelas, de nuestras matrimonios y familias”. Cada vez se vuelve más familiar ver al hombre ignorar a Dios, rechazarle, criticar sus designios, hasta querer enseñarle cómo hacer las cosas. Luego cuando viene el fruto del mal que venimos haciendo le achacamos a Él la responsabilidad. La misión de volver a la credibilidad de la vida espiritual es de todos, y con más atención a los que hemos asumido un compromiso de Consagrados y de Ministerio.
Llamados a crecer en espiritualidad
Los acontecimientos personales, familiares, eclesiales, sociales nos anuncian y denuncian el estado espiritual que tenemos y al que debemos volver. La espiritualidad viene desde adentro, es una especie de fuerza interna que dinamiza las dimensiones del ser humano (cf Mt 15,11). El crecimiento espiritual es un proceso de evolución, que integralmente protagoniza el ser interior, pero que, a la vez, tiene consecuencia sobre el desarrollo de todas las áreas de la vida que caracterizan a un ser humano: afectiva, erótica, educativa, social, profesional, política… Una persona o institución crece espiritualmente cuando logra incorporar a todos los actos de su vida los valores, tales como: la paciencia, la transparencia, la responsabilidad, la fidelidad, la tolerancia, la compasión, el desapego de lo terrenal, el perdón, la discreción, entre otros. La forma de sanar la humanidad es la de volver a la vida espiritual, sólo así el hombre trascenderá el EGO y la fuerza que toma cuando se vive distante de Dios.