Compartieron sus experiencias sobre el acompañamiento a quienes viven en agónica espera, sufren miradas de desprecio, se carcomen en el rencor, o lidian con el peso de su culpa en la cárcel.
En días pasados Panamá fue sede del Congreso Mundial de Pastoral Penitenciaria en el que participaron más de 40 países. En la actividad se reflexionó tanto desde un punto de vista teológico como del filosófico sobre la labor de la pastoral penitenciaria en las diversas cárceles del mundo.
Fray Narciso Vioque de la Pastoral Penitenciaria de Panamá explicó que la actividad contó con dos lemas. El primero fue ¿Tú eres el Cristo?, basándose en la pregunta que uno de los reos le hizo a Jesús cuando compartían el mismo calvario. Mientras que el segundo mensaje en que se fundamentó el Congreso fue “Descubrir al Cristo en los crucificados de hoy”, que fue especialmente pensado para quienes acompañan en esta pastoral a los privados de libertad.
El religioso perteneciente a la orden Mercedaria detalló que en la jornada a los participantes se les iluminó desde el Evangelio, puesto que Cristo se identifica con los privados de libertad.
Agregó que a través del intercambio de ideas entre los asistentes, algunos de ellos procedentes de Egipto, Taiwán, Líbano, Francia, España, Inglaterra, Guatemala, Panamá, Estados Unidos, Venezuela, Argentina, Chile, se pudieron retroalimentar y animarse a seguir trabajando “sabiendo que no es uno el que trabaja porque es excepcionalmente bueno, santo y capaz, sino es porque Jesucristo quien va contigo y es Jesucristo mismo quien los espera allí”.
A través de sus experiencias pudieron conocer las similitudes y diferencias de las realidades carcelarias. Fray Vioque destacó que en el caso de Europa y de los países arábigos entre los problemas que están confrontado, está el terrorismo y el extremismo islámico, donde las cárceles están llenas de personas con esas tendencias ideológicas, y que suponen también una atención por parte de la Iglesia.
En Latinoamérica, en cambio, la realidad de la pobreza y las pandillas son una piedra de tropiezo a la hora de trabajar y querer unir. Por su parte en África el tema que más ocupa son las enfermedades venéreas y las enfermedades crónicas.
La pastoral penitenciaria representa una serie de compromisos y para muchos es difícil ponerse al frente de alguien que ha matado, violado, estafado o robado. El P. Narciso afirmó entender este hecho perfectamente; no obstante, subrayó que cuando entras en el misterio de Dios, es el mismo Cristo quien pide que no se pongan condiciones.
“Es Cristo que te está diciendo que no pongas juicios. Es el mismo Cristo que te está diciendo: Soy yo el que estoy aquí tienes que visitarme. Con este llamado te cambia todo”, agregó.
De la amargura a la
completa felicidad
El vivir la realidad de la cárcel nunca es fácil sobre todo si eres acusada siendo inocente. Este testimonio lo ofreció al finalizar el congreso Marcela, de origen hondureño que vivió el martirio del encierro en 2011.
La joven viajó como lo hacen muchos en búsqueda de empleo, con un grupo de personas procedentes de diversos países, lo que desconocía es que entre ellos había quienes estaban siendo buscados policialmente, por lo que fue detenida.
Marcela pensó que la estaban llevando a Migración, cuando en realidad la trasladan al Ministerio Público. Allá observó la cara triste de algunos funcionarios quienes le informaron que ingresaría a la cárcel por lavado de dinero.
“En esos momentos me preguntaba ¿existe Dios, de verdad? Todos me decían confía en Dios, pero yo me preguntaba dónde estaba él”, acotó.
Reconoció que cada día que pasaba era más tormentoso, porque no tenía familia, amigos y mucho menos abogado. Al ser trasladada al centro femenino, vio montón de celdas hacinadas. Observó toda clase de situaciones entre ellas peleas, escenas lésbicas y todo ese tiempo sobrevivió como muchas privadas de libertad tratando de pasar desapercibida.
En esos años se le acercaron un grupo de chicas participantes de la capilla del centro entre ellas una de nombre Cristal, quien la invitaba a Misa.
Su reacción con las voluntarias era agresiva, a las que les decía que ella no era culpable y ¿por qué Dios había permitido eso si Él sabía de su pasado de dolor y lágrimas?
La respuesta específicamente de Cristal fue que ella no podía contestarle y que sería Dios quien se lo diría con el pasar del tiempo.
Marcela relató que hicieron unos encuentros y allí vivió su primera experiencia con el Santísimo. “No entendía bien lo que era Jesús Eucaristía, pero lo que sentí era inexplicable”, sostuvo.
En un principio tuvo la dirección espiritual de un padre agustino, y al tiempo del P. Narciso Vioque, con quien llegó al sacramento de la Reconciliación.
“En el sacramento de la Reconciliación no era el P. Narciso, era Dios y yo, era mi queja, mi dolor, mi sufrimiento, mi necesidad expuesta. En un instante recibí un amor inexplicable que mi corazón solo pudo caer de rodillas. Ese día salí con el peso de una pluma, salí limpia”, explicó con voz entrecortada.
Para esta joven la Pastoral Penitenciaria, a través de los sacerdotes, las voluntarias, los laicos, fueron piezas fundamentales para que pudiera soportar todo el proceso de la cárcel.
“Les doy gracias porque se cumple lo que escrito está, los religiosos mercedarios hacen un trabajo brillante, yo soy testigo porque a mí me saciaron mi hambre, lidiaron con el hecho de que estaba enferma de rencor dentro de la prisión. Estaban pendientes, estuvieron en mis juicios, ellos hacían todo para que estuviera en mis audiencias”, indicó.
Al culminar Marcela envió un mensaje a todos los que participan en la Pastoral Penitenciaria. Dijo que cuando vayan a un centro no vean a la persona, vean a Jesús, vean la necesidad pues a veces en medio de su afán no se percatan de la seriedad que tienen en su rostro y con ese gesto logran herir a una persona, que ya está adentro con su sufrimiento.
Reconoció que si le preguntaran si cambiaría algo, dijo que no lo haría, porque por más dolorosa que fuera la cárcel allá conoció el verdadero amor. “Conocí lo más maravilloso que hay en la tierra y es experimentar el amor de Dios”, concluyó.