Conviértete en alimento para darte al hermano

Conviértete en alimento para darte al hermano

La mejor ofrenda es darse uno mismo. Tu tiempo vale, también tu aporte económico. Pero en la ayuda efectiva a los demás no hay nada más poderoso y transformador que tu presencia. 

La Palabra nos está invitando a que esta semana hagamos eso, claro que en primera instancia en casa. Que nos entreguemos por completo a los demás, a quienes están necesitando de nuestra compañía, nuestra risa, nuestro apoyo moral y personal.

Es lo que más está costando hoy, debido al egoísmo. Pero sobre todo hoy, cuando el país y el mundo viven una severa situación sanitaria y humana, es cuando más se requiere que cada uno aporte el mayor tesoro que tiene: su propia vida, sus dones, su dinamismo y su acompañamiento a quienes más necesitan.

Hay muchas necesidades materiales, eso no se pone en duda. Pero mayores son las exigencias espirituales y de salud mental. Se nos está pidiendo, pues, que a pesar de nuestra incomodidad y a veces falta de paciencia, también nosotros pongamos sobre la mesa de la vida nuestra propia existencia.

Va a significar que nos incomodemos un poco, que tengamos que soportar escenas y situaciones estresantes porque, aunque no nos demos cuenta, la situación del otro nos afecta.

En eso consiste el “sacrificio”, es decir, convertir en sagrado todo lo que hagamos. Así sea una mirada, un tiempito frente al televisor con la abuela –viendo ese programa que tanto nos molesta-, cocinando, charlando, apoyando en la parroquia haciendo bolsas de comida, y tantas otras actividades que nos acercarán al hermano y, por ende, a Dios.

 ¡Ánimo!

Nos vamos a incomodar y es posible que 

lloremos ante tanto sufrimiento, pero es necesario eso para que brille el Reino