“El trabajo honrado dignifica al hombre”. Siempre escuché esto desde niña. Cualquier trabajo, por insignificante que parezca, es orgullo para quien lo realiza; puesto que es una manera de ganarse la vida y una forma correcta de proceder.
Es triste ver como algunas personas aseguran que “no hay trabajo”, y que debido a ello tienen la necesidad de delinquir; sin embargo vemos a diario, carteles en centros comerciales, restaurantes, obras de construcción, otros; donde solicitan personas para realizar diversos trabajos.
Existen varias situaciones. Algunas personas no están preparadas para realizar dichos trabajos; otras no quieren tener compromisos o responsabilidades que conlleva un empleo como: madrugar, esperar un bus mientras llueve o hace sol, tranques, llegar tarde a casa, cumplir un horario, seguir órdenes de un jefe. Otras debido a que no estudiaron ni se prepararon de manera práctica o empírica.
Todo inicia en el hogar, sus padres no enseñaron a ser responsables a sus hijos. ¿Cómo esperamos que un joven de 20 años o más se preocupe por trabajar si los padres les dan todo, si desde niño no le hicieron ver el valor del trabajo?
No podemos exigir una mejor vida, una sociedad responsable, que ame el trabajo, que conserve la naturaleza para dejar a las futuras generaciones un mundo mejor, si no enseñamos a nuestros hijos -desde niños- a tener conciencia de la importancia del trabajo en todas sus facetas. Deben iniciarse con pequeñas responsabilidades dentro de la casa; así, cuando llegue la hora de salir a trabajar, ya tendrán incorporado el hábito al trabajo.
El valorar a cada trabajador, respetar su trabajo, es una manera de dar gracias a Dios por esa oportunidad de ganarnos el sustento diario, llevar una familia por el buen camino, y entre todos construir una mejor sociedad y por ende, un mejor país.