Espiritualidad y misión

Tradicionalmente, el mes de octubre es en la Iglesia católica el mes del rosario y el mes de las misiones. Este año, el Papa Francisco ha querido subrayar de modo especial este último aspecto de la espiritualidad cristiana, declarando octubre 2019 como MES MISIONERO EXTRAORDINARIO, bajo el lema “Bautizados y enviados. La Iglesia de Cristo en misión en el mundo”.

Ya el Documento de Aparecida definió al bautizado como discípulo misionero,

de acuerdo a las palabras de Benedicto XVI en el Discurso inaugural de esta Conferencia: “El discípulo, fundamentado así en la roca de la palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la buena nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva (cf. Hch 4, 12)”.

Por eso los Obispos reunidos en Aparecida convocaron a la Iglesia latinoamericana a una “Misión continental”. Y en “La alegría del Evangelio” Francisco presenta su concepto programático de la Iglesia, la espiritualidad cristiana y la acción pastoral toda desde la centralidad de la misión: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial»” (EG 27).

La Iglesia de Cristo no está ni sobre el mundo ni fuera de él, sino en el mundo y a su servicio. Es enviada (misión significa envío) por el Señor para evangelizar el mundo. La evangelización es su misión, su alegría y su identidad, en palabras de Pablo VI. Ser cristiano es ser misionero, evangelizador. Y ser misionero o evangelizar no es solamente predicar a los no creyentes. Es participar, cada uno según su vocación, en toda la acción pastoral de la Iglesia. 

Un proceso dinámico y complejo, que incluye

diversas etapas y acciones:

• Testimonio de vida, sin el cual de

poco sirven las palabras

• Anuncio del Evangelio de Jesucristo

• Incorporación a la comunidad de los

creyentes

• Formación en la fe y celebración de la

fe (catequesis y sacramentos)

• Compromiso con los pobres y los que

sufren

• Transformación de estructuras hacia

una sociedad más justa, fraterna y humana.

Esta es la misión de la Iglesia en el mundo, continuar así la misma misión de Jesús, realizar una evangelización integral, que incluye inseparablemente iluminar desde el Evangelio la relación con Dios, con los demás y con el mundo. Cada bautizado la realiza según su vocación, más centrado en el servicio a la comunidad cristiana (catequesis, liturgia, ministerio ordenado, estructuras eclesiales…) o en las realidades temporales (sociedad, economía, política, cultura, familia, trabajo…). Lo que nunca es aceptable es que un cristiano (ordenado o laico) se encierre en sí mismo, se centre solamente en cumplir algunos preceptos “religiosos”, se contente con ser bueno sin luchar por que la Iglesia y la sociedad sean mejores, se olvide de evangelizar y ser misionero.

El Papa Francisco nos llama a la conversión personal y pastoral. Y nos señala cuatro dimensiones de la espiritualidad misionera: el encuentro personal con Jesucristo vivo en su Iglesia (oración personal y comunitaria, Palabra de Dios, Eucaristía…), el testimonio de fe y de vida (como los santos, los misioneros, los que hoy defienden y proclaman su fe en medio de serias dificultades) , la formación adecuada y continua (bíblica, teológica, espiritual…), la caridad y el compartir generosamente, (con los pobres y los que sufren, sobre todo con los misioneros que sirven y evangelizan en las Iglesias más necesitadas).

Renovemos este mes nuestra espiritualidad y pensemos en cómo participamos en la misión evangelizadora de la Iglesia.