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Evangelio de salvación

Evangelio de salvación

En el dramático viaje de Pablo, que incluye un naufragio, lo primero que conviene resaltar es el hecho de que la previsión de Pablo era acertada: “Iremos a dar en alguna isla”. Sin quererlo, Malta se convirtió en tierra de salvación, lugar donde llegó el Evangelio de manera fortuita.

Aplazar lo que hoy podemos hacer significa rechazar la solidaridad que dirige el proyecto de Dios. El más precioso de todos los bienes es la vida, que debe ser salvaguardada a toda costa, cueste lo que cueste. Quien no se muestra sensible ante la vida no es humano, es una cosa.

Los nativos dan un buen trato a los sobrevivientes del accidentado viaje. Esta es la salvación que Pablo había anunciado, experiencia que nos recuerda que la salvación es, en primer término, la salvación de la vida. No sólo de la vida que vendrá después de la muerte, sino de la vida que se nos da aquí y ahora. En esta aventura todos estamos juntos, y si hoy yo puedo salvar la vida de otro, mañana serán otros los que podrán poner a salvo la mía.

La salvación ha llegado a la Isla de Malta. Pablo y los sobrevivientes son acogidos por Publio, delegado romano cuyo padre está enfermo. Pablo lo sana. Entonces todos acercan a sus enfermos a Pablo y él los sana. Esto es porque el Evangelio, por dondequiera que pasa, suscita la vida y ésta florece en amor que produce más vida.

Los habitantes de Malta saben reconocer el don de Dios: Acogieron a los sobrevivientes y les ayudaron en sus necesidades. Por eso descubrieron que también sus necesidades fueron oportunamente atendidas.

¿Quién es Pablo?

Una víbora venenosa sale de entre las ramas y se agarra a la mano de Pablo. Los nativos sienten terror. Creían que Pablo era un criminal que estaba siendo castigado por sus crímenes y esperan que comience a hincharse y muera enseguida, cosa que no ocurre. Entonces viene la reacción opuesta: aquel hombre tiene que ser un dios ¿Qué fue lo que realmente sucedió? El cumplimiento del Salmo 90,13. Su salvación de la muerte constituye la señal de que el anuncio cristiano significa salvación de la muerte en todos los sentidos.