La Vicaría de Pastoral de la Arquidiócesis de Panamá exhorta a redescubrir prácticas sencillas, como la Corona de Adviento, que renuevan la fe y unen corazones en familia.
Por Marianne Colmenárez
Una vez más, el pueblo católico entra en un tiempo de espera que prepara el corazón para la venida del Señor.
El Adviento anuncia esperanza y renovación interior mientras recuerda que Jesús llega para iluminar la vida familiar con un mensaje profundamente espiritual.
En Panamá, la tradición más extendida es la Corona de Adviento elaborada con ramas verdes que evocan la esperanza.
Cada vela encendida guía el caminar hacia Cristo. La luz representa al Señor que ilumina y los colores expresan los pasos del creyente en este tiempo especial, como la penitencia, la alegría y el gozo.
Este año, la Vicaría de Pastoral de la Arquidiócesis de Panamá propone un folleto de oración y reflexión, preparado por la Pastoral Familiar, con el lema “La Familia, Signo de Esperanza”. Presenta cuatro temas para acompañar cada semana e invita a que los hogares se conviertan en espacios de fe, reconciliación y servicio.

La propuesta, que será distribuida en todas las parroquias de la arquidiócesis, anima a preguntarse cada semana si se está atento a la voz del Señor y si se reconoce su presencia en medio de la rutina, las distracciones y las tensiones propias de la vida diaria.
El objetivo es, como afirma el material, avanzar hacia una verdadera conversión, permaneciendo vigilantes, revisando actitudes, sanando heridas y abriéndose al misterio de Dios hecho hombre.
El sacerdote Efraín De León, vicario de pastoral de la Arquidiócesis de Panamá, explicó que “las cuatro semanas deben aprovecharse al máximo. La primera es para estar alertas a la voz del Señor. La segunda, para la conversión y el arrepentimiento. La tercera, para redescubrir la alegría del encuentro con Cristo, y la cuarta, para contemplar a María y José que acogieron con fe el designio de Dios”.
Tradición que crece en familia
En la parroquia San Judas Tadeo del corregimiento de Juan Díaz, la familia Durango Guanti vive, cada año, el Adviento con ilusión. Geldria y su esposo José llevan dieciocho años de matrimonio y, desde que su hija Megan nació, integraron a sus hijos mayores en la oración semanal alrededor de la corona.
Se reúnen a las siete de la noche, leen la Palabra, hacen una reflexión, cantan y agradecen juntos las bendiciones recibidas.
“Cantamos a capela. A veces usamos una pista y todos participamos. Somos una familia de ocho, que vive desde la unidad este momento tan especial; niños, jóvenes y adultos nos preparamos para recibir al Mesías”, afirmó Geldria.
Como catequista, anima a los niños a entusiasmar a sus padres para que también en casa vivan esta tradición. Manifestó que “los papás se motivan mucho cuando se les explica lo que significa cada vela y desean que esta experiencia permanezca en la vida familiar”.
Los hijos participan con alegría

Adrián, de dieciséis años, monaguillo en su parroquia, señaló que la Iglesia es parte esencial de su vida. En su colegio también promueven la elaboración de coronas para cada salón de clases.
Andrés, de catorce años, explicó con claridad el significado de los colores, mientras su hermana Megan, de diez años, enciende la vela correspondiente para enseñar el orden de cada semana.
José, papá de los niños, reconoce que “sus hijos siempre han querido servir y viven la fe con alegría”, dijo.
La experiencia de esta familia recuerda que una corona de Adviento en casa es más que una decoración. Es un gesto sencillo que ayuda a comprender el verdadero sentido de la Navidad y a crecer juntos en espiritualidad, compartiendo oración, escucha y servicio.

¿Cómo armar la Corona de Adviento?
- Preparar la base.
Coloca ramas verdes alrededor de una estructura circular y sujétalas con hilo, alambre o pegamento.
- Colocar las velas.
Distribuye las cuatro velas de forma uniforme. Pueden ir en portavelas o directamente sobre la base.
- Añadir adornos.
Pino seco, flores de Navidad o pequeños detalles ayudan a embellecer la corona. Cada adorno puede explicarse a los niños como un símbolo de las acciones buenas que llenan de amor el mundo.
