Las mujeres siguen dedicando tres veces más tiempo que los hombres a las tareas del hogar. La corresponsabilidad es clave para un cambio real.
Por Karla Díaz
La región de América Latina y el Caribe sigue siendo una de las más desiguales del mundo en cuanto a temas de género se refiere. Así lo advierte la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su documento Panorama Social de América Latina 2020, una publicación donde se revela una dura realidad: las brechas en los niveles de vida no solo persisten, sino que se han agravado en muchos casos.
Esta publicación surge de una investigación realizada mediante una alianza entre la Universidad Santa María la Antigua (USMA) y la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), que crearon la Planta de Generación de Energía Social (PGES), un proyecto que desarrolla docencia comprometida con la formación integral, la excelencia humana y el compromiso social.
El proyecto va de la mano de instituciones como la Fundación Ciudad del Saber, Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) y el Centro de Desarrollo Sostenible (CIDES), entre otros.
Los resultados arrojan que las mujeres, las jóvenes y las niñas, siguen enfrentando una creciente amenaza a su dignidad, derechos y bienestar.
Según la CEPAL, aunque los gobiernos han tomado medidas directas para mitigar esta realidad, se estima que los avances logrados en la última década en cuanto a igualdad podrían retroceder en aspectos como desempleo, inseguridad y violencia, siendo la mujer la más afectada.
Testimonios reales así lo demuestran. Como el de Malena Hernández, una dama de 46 años, trabajadora manual que todos los días realiza las mismas labores que su compañero Leonardo, pero con menor pago. “La empresa está consciente de que gano menos, haciendo lo mismo o hasta más, pero no regulan los salarios; definitivamente no hay igualdad de género”, destaca.
De hecho, según el Panorama Social de América Latina, en muchos países de la región, son las mujeres las primeras en perder sus trabajos, las más expuestas a la violencia doméstica y las menos representadas en los espacios de poder y toma de decisiones.

Iglesia, dignidad y justicia
Desde la mirada cristiana, esta situación no puede dejarnos indiferentes. La Doctrina Social de la Iglesia nos recuerda que la igualdad fundamental entre todos los hombres y mujeres exige condiciones más justas y humanas (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 144). Reconocer la dignidad de cada persona es un imperativo evangélico, y actuar en consecuencia es una responsabilidad de todos.
Y cuando decimos de todos, nos referimos a que también los hombres pueden sentirse con menos igualdad de género en algunas situaciones, como en el caso de Frank Bravo, quien fue con su esposa a la Caja de Seguro Social en busca de atención médica, ambos con los mismos síntomas, pero no con igual atención.
“Los dos teníamos los mismos síntomas, sin embargo, la doctora me dijo que yo era hombre, que retirara las medicinas y me fuera a trabajar, mientras que a mi esposa la incapacitó por tres días”, dijo con asombro.
No es ser iguales, es tener las mismas oportunidades
La psicóloga Yitzel Zúñiga destacó que en Panamá se ha ido trabajando en este tema, mas no se ha alcanzado algo concreto.
“Siguen existiendo brechas en cuanto a los roles que marcan un punto de inflexión en cuanto a pensamiento y comportamiento. Pero, la igualdad de género no aplica exclusivamente a las mujeres, aunque en la historia son las que más hemos sido discriminadas”, aseguró.
¿Afecta el irrespeto a la igualdad de género? Por supuesto, señaló la especialista, de hecho, puede generar pensamientos automáticos negativos, creencias disfuncionales sobre el valor que tenemos en el mundo, emociones de tristeza, frustración y ansiedad.
“Esto refuerza conductas evitativas y pensamientos como que no somos lo suficientemente buenas para este cargo porque somos mujeres, o que un hombre no puede llorar, porque los varones no lloran”, manifestó.
En conclusión, según la psicóloga, la forma en que interpretamos estas experiencias de desigualdad, influye directamente en nuestra autoestima y motivación.

El perfil de género de Panamá
Se trata de un trabajo realizado por ONU Mujeres y las agencias del Sistemas de las Naciones Unidas que tiene como objetivo brindar un panorama intersectorial de la situación de mujeres, niñas, adolescentes y jóvenes en Panamá, y constituye una herramienta y referente para el Sistema de Naciones Unidas.
Es un estudio clave para los análisis de país, que sirven para la toma de decisiones a fin de elaborar políticas públicas focalizadas que vayan a la par de la transversalización de género, una estrategia que busca identificar las desigualdades de género y otros factores transversales, como la edad, la condición social, la discapacidad, entre otros.
Este documento, presentado por el Sistema de Naciones Unidas en Panamá, en marzo de 2021, concluye que las mujeres, adolescentes y niñas en Panamá tienen mayores niveles de vulnerabilidad frente a la violencia basada en género, y que han visto afectadas áreas clave referidas al empoderamiento económico, la seguridad alimentaria, la participación y representatividad.
Según este estudio, las principales recomendaciones para la planificación y políticas dirigidas a disminuir las brechas de género van encaminadas a:
- Mejorar los sistemas de recolección de datos e información desglosados por sexo y edad (como mínimo) en todas las áreas, incluyendo la salud, los programas sociales y de protección social, además de los niveles de participación económica y política.
- Promover, en el diseño de planes, programas y proyectos, una perspectiva de género que incluya conocer las necesidades de las mujeres y responder a ellas, especialmente en el caso de mujeres de las áreas rurales, indígenas y afrodescendientes.
- Promover e incluir a las asociaciones de mujeres y promover su participación y liderazgo para una respuesta integral a las brechas de género existentes en distintas áreas.
- Propiciar análisis económicos que tomen en consideración los trabajos no remunerados hechos por mujeres, especialmente aquellos que se llevan a cabo en el ámbito doméstico y que no son reconocidos en los sistemas de protección social.
- Profundizar el acceso a los servicios de salud para las mujeres, adolescentes y niñas, especialmente los de salud sexual y reproductiva y violencia basada en género, entendiendo que la respuesta en este último caso debe ser integral y vinculada con los sistemas de protección penal y de salud mental.