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La familia, raíz y fuerza del ministerio diaconal

La familia, raíz y fuerza del ministerio diaconal

Historias de fe, perseverancia y amor familiar marcaron la ordenación de cuatro diáconos permanentes, en una celebración presidida por el arzobispo y acompañada por la comunidad.  

 

Por Karla Díaz   

“Si Dios quiere darnos familia, nos la dará”. Con esas palabras, Adolfo Aparicio Vergara recuerda la promesa que le hizo a su esposa María Cruz cuando los médicos le advirtieron que no podrían tener hijos. Hoy, después de 25 años de matrimonio, dos hijos y un camino de fe compartido, Adolfo asegura que el verdadero regalo fue descubrir en su familia la raíz de su vocación al servicio de la iglesia.  

Su historia es la de un hombre que, tras perder a su padre a los 9 años, fue sostenido por la fe y la tenacidad de su madre, y más tarde, por la perseverancia de su esposa, quien lo llevó nuevamente a la Iglesia.   

“Dios, realmente, me la envió como un regalo del cielo”, afirma con emoción. El apoyo de su familia fue decisivo para responder al llamado al diaconado permanente, un servicio que hoy abraza con alegría y gratitud.  

 

Como Adolfo, otros tres hombres profesionales dijeron Sí a Dios y fueron ordenados diáconos permanentes el pasado sábado, 16 de agosto, en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes.   

 

La celebración, presidida por el arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa, estuvo marcada por la emoción de las familias, quienes acompañaron a los nuevos ministros en este paso trascendental de su vida de fe.  

En sus palabras, Adolfo resume lo que este compromiso significa: el diaconado se fundamenta en el servicio, es dar lo mejor de uno mismo en la entrega a Dios y a la Iglesia. “La familia es parte esencial, porque este camino no se recorre solo”, puntualizó.  

 

Dios nos abre los caminos 

Darío Batista, otro de los nuevos diáconos permanentes, también reconoce que su camino no fue sencillo. Tras un tiempo de discernimiento, finalmente decidió decirle Sí al Señor. “Jamás me arrepentiré de haber aceptado servir a la Iglesia y a los hermanos”, compartió con emoción.  

Para él, la familia ha sido el pilar fundamental en este proceso. Casado y padre de tres hijos, inició junto a su esposa la formación académica en 2013, culminándola en 2017.   

“Este camino se recorre en pareja, en familia; la oración y el acompañamiento de mi esposa han sido fundamentales y, a través de este proceso, he reafirmado que la familia es un tesoro por el cual también alcanzamos la santidad”, afirmó.  

Como Adolfo y Darío, los cuatro nuevos diáconos coincidieron en un mismo mensaje: “el diaconado es un ministerio de servicio a la Iglesia y al pueblo de Dios, que solo puede vivirse de la mano de la familia y con total obediencia a la voluntad divina”.