En sus propias barriadas, como Boca la Caja, San Sebastián, El Chorrillo, Veracruz, la 24 de Diciembre, casi ni se enteraron de la celebración de la Pascua de Resurrección. Al mismo tiempo que cocinaban arroz o fideos, como la mayoría de sus días, la ciudad fue un hervidero de turistas y compradores, que alegres inundaban las calles, los cines y los comercios para comprar todo eso que los más pobres jamás tendrán.
Un contraste doloroso y evidente, que pone blanco sobre negro. Los Mall, los restaurantes, los kioscos, los negocios donde venden exquisiteces de todo tipo estaban llenos de clientes. Esos que aprovecharon el fin de semana largo para gastarse unos dólares y darse algunos gustos.
Mientras tanto, a no más de diez o quince cuadras, con la misma rutina que heredaron de varias generaciones, los más humildes pelean su miserable vida, entre moscas, perros, bolsas de polietileno desparramadas por todos lados, humo de los basurales y el gusto amargo de no saber muy bien qué pondrán en la mesa, a pesar de que sea un domingo de fiesta.
Esos niños no probarán huevos de chocolate, muchos ni siquiera saben que existen. Tampoco saldrán a pasear, ni saborearán una rica comida, hecha especialmente por tratarse de una importante celebración religiosa.