Aunque ninguno de sus hijos tenga pinta de delincuente, es necesario tener presente que la violencia poco a poco entra en los hogares. Desafortunadamente, ésta es una realidad que es vivida en todas partes, que afecta a todos, y de muchas maneras. Es verdad que la violencia siempre ha existido, pero lo más peligroso ahora, es que se empieza a tolerarla, a aceptar como inevitable.
Sin embargo, el hombre no está hecho para la guerra, está hecho para la paz. Y esto se puede asegurar porque la historia nos demuestra que el hombre que vive en la violencia se autodestruye.
Es por ello, que mantener la paz es una obligación primaria para todos, pero en especial de los padres, pues es en el hogar donde se aprende a vivir y construir la paz; es allí donde los padres tienen la enorme responsabilidad de enseñar a los hijos la manera de comportarse, de tratar a los demás y de resolver los problemas.
Es increíble cómo hasta en una pequeña sociedad como la familia, donde existe cariño entre sus miembros, puede perderse la paz. No cabe duda de que la paz es algo muy frágil por lo que hay que trabajar pacientemente todos los días para conquistarla.
Pero antes de lograr esto, se tiene primeramente que tener claro cómo se vive la paz. Contrario a lo que muchos creen, la paz no es la ausencia de la guerra, ni es solamente el respeto a los otros. La paz se vive al tener un verdadero sentido de justicia, y cuando no, nada más se reconocen los propios derechos sino también los de los demás.
Buscar el bien personal y el de los demás es justamente lo que trae como consecuencia la paz, y ese es el resultado de muchas actitudes, todas estas fundamentadas precisamente en la caridad, no entendida como limosna, sino como amor.