Amigo lector, el sacerdote en una Homilía nos hacía esta pregunta ¿cuál debe ser la vocación del cristiano? Y su respuesta fue: Bendecir. En ese sentido, nos expresaba, cómo muchas veces deseamos lo contrario a nuestros hermanos. Y agregaba que hay situaciones, en las cuales vemos a un hermano en apuros y en vez de tenderle la mano, es como si pusiéramos nuestro pie encima de él para hundirle más en la tristeza y la desesperación. Suena un poco duro, sin embargo, en ocasiones lo hacemos, sobre todo cuando se trata de alguien que no se ha portado bien con nosotros y recalcaba: “nunca se alegre del mal ajeno”.
Si tenemos un hermano que tiene algún problema, lo que nos corresponde a nosotros como verdaderos cristianos es consolarle, ser un apoyo para él; porque no puede ser que encima de que está sufriendo, le agreguemos más dolor. Pero, ¿cuándo ponemos nuestro pie encima de esa persona que sufre? Cada vez que nos alegramos de su padecimiento. En ese sentido, hay una ocasión en particular a la que se refirió el sacerdote; y es cuando consideramos y expresamos ante el sufrimiento de alguien aquello de “bien merecido se lo tiene” o “eso le pasa por actuar mal” Es allí donde le añadimos una muy pesada carga al hermano, ¿y quiénes somos para juzgar así?
Apreciadísimo amigo lector, aprendamos a consolar a nuestros hermanos, y que nuestra vocación sea la bendición para todos, aun cuando se trate de personas que nos han hecho mal; y puede estar seguro de que Dios le recompensará. Usted tiene la opción de poner su pie encima del hermano, aumentándole la carga, disminuyéndole cada día más o, por el contrario, puede tenderle la mano, brindándole consuelo y esperanza. ¿Cuál es su vocación?