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Respirar, revisar y renovar

Respirar, revisar y renovar

Las clases, los exámenes, el tranque, viven todos los días agitados y estresados por los compromisos y por el tiempo que no les alcanza, en vez de estar entusiasmados, creando o disfrutando de actividades propias de la juventud. Te has detenido para preguntarte:  ¿qué mueve realmente tu corazón? 

Quizás respondas que no has tenido tiempo para pensar en eso. Hacer un “stop” en el camino, en las actividades cotidianas para respirar, revisar y renovar es sumamente necesario para que surjan mejores ideas dentro de ti.

Toma un tiempo solo, detente y respira. Al inhalar ingieres oxígeno e irrigas el cerebro, despiertas las neuronas, empiezas a aclarar las ideas; puedes ver y sentir mejor.

Necesitas respirar para pensar, para ver opciones, para valorar emociones, para evaluar tu comportamiento. Ponte en oración, en comunión con Dios, de allí surgirán ideas y buenas  acciones.

Así seas un joven creyente, no estás exento de que puedas sentirte espiritualmente decaído. Lo importante es reconocer que pasas por una especie de desierto y debes recuperarte, buscando aquella semilla del Padre que te pide ser cada día mejor persona, mejor cristiano.

Para los días difíciles o de excesiva actividad puedes retomar el camino haciendo este ejercicio sencillo que ofrece uno de los métodos ignacianos.

Consiste en ir pronunciando mentalmente, al ritmo de la respiración, cada palabra del Padrenuestro, del Avemaría, o de cualquier plegaria conocida.

Se dice una palabra por cada respiración. Y entre una y otra, se atiende al significado que tiene tal palabra. Se percibe el sentimiento o afecto que dicha palabra suscita.

Este ejercicio puedes hacerlo en cualquier lugar. En el metrobús, en el auto o caminando por la ciudad.  Trata de que no pase ningún día, por agitado que sea, sin un rato al menos de oración.

Al hacer un alto en el camino puedes revisar tus objetivos, observas qué metas has alcanzado o no, pregúntate por qué y qué puedes hacer para poder lograr lo propuesto. La idea es que sigas caminando, pero con sentido, claro y firme.

Todo joven cristiano debe revisarse  para saber por qué en este momento no siente la presencia de Jesús, no siente el aliento vital de ese Dios que es luz en su vida.