“Vivamos la alegría de la Resurrección”, Monseñor José Domingo Ulloa.

“Vivamos la alegría de la Resurrección”, Monseñor José Domingo Ulloa.

redaccion@panoramacatolico.com

¡Cristo ha Resucitado, verdaderamente ha resucitado!, así inició Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, la misa de hoy lunes transmitida por FETV y Radio Hogar, destacando el papel de la mujer en la Iglesia, las primeras en descubrir su Resurrección.  

El Arzobispo de Panamá, a principio de su reflexión, dijo que Dios consideró que quienes padecen la más antigua marginación y discriminación en la historia de la humanidad, debían ser las primeras que en aquel amanecer vieran el resplandor de la Nueva Vida.

Trayéndolo a la actualidad, cree que esto es un signo indicativo de “cómo vivir en nuestro actuar eclesial y social”, tras señalar que “si queremos construir un mejor Panamá, entonces tenemos que cuidar y potenciar el genio femenino, porque ellas son fuentes de vida”.

Asimismo, resaltó el papel heroico de la mujer en esta pandemia que nos ha dado la oportunidad de revalorizar lo que es importante en nuestra vida, en priorizar qué es lo importante. 

“Hay fiesta en la Iglesia y en todo nuestro ser”, dijo con alegría, a tiempo de reafirmar que la Pascua nos santificará, limpiará nuestras almas y nos convertirá en templos de Dios. 

Sin embargo, aclaró que el material del que ese templo está hecho seguirá siendo el de siempre, por lo que cada uno encuentra a Jesús resucitado con lo que lleva puesto.

Monseñor Ulloa expresó que muchos pensamos e incluso decimos, si nos encontramos con Jesús Resucitado, en el camino de mi vida, ésta cambiaría, pero ¿acaso no podemos encontrarnos todos los días con Jesús?

Dijo que en la oración colecta de la misa de este lunes, de la octava de pascua, se ha pedido que Jesús nos muestre el verdadero camino de la vida para que vivamos en la alegría de su presencia. “Él se hace presente en el camino de nuestra vida”, aseguró. 

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla de su casa.

Mons. José Domingo Ulloa Mendieta 

Hermanos y hermanas:

 En el evangelio de hoy nos ha recordado cuando las mujeres que iban corriendo a contarle a los discípulos que el sepulcro estaba vacío, llenas de miedo, Jesús Resucitado sale al encuentro y las dice ¡Alégrense!

 

La Pascua en Panamá

Creer en la Resurrección es creer en que llegará el Reino de Dios, lo que proclamó Jesús en su vida. Por eso el, cristianismo no es “el opio del pueblo”. Todo lo contrario, es la convicción de que es posible hacerlo todo nuevo en Jesucristo, quien hizo triunfar la vida sobre la muerte.

Cristo todo lo ha hecho nuevo, tanto así, que las mujeres fueron las primeras en descubrir su Resurrección. Dios consideró que quienes padecen la más antigua marginación y discriminación en la historia de la humanidad, debían ser las primeras que en aquel amanecer vieran el resplandor de la Nueva Vida.

 Esto es un signo que nos dice cómo vivir en nuestro actuar eclesial y social. No podemos excluir ni marginar a la mujer, porque como aseguró el Papa Francisco, de la “mujer, surgió la salvación y, por lo tanto, no hay salvación sin la mujer”.

Si queremos construir un mejor Panamá, entonces tenemos que cuidar y potenciar el genio femenino, porque ellas son fuentes de vida. Sin ellas no podemos construir una Iglesia renovada y un mejor país. Defender su vida para que no sean continuamente ofendidas, golpeadas, violadas, inducidas a prostituirse y a eliminar la vida que llevan en el vientre, debe ser nuestro compromiso.

Analicemos el papel heroico de la mujer, en esta pandemia, que nos ha dado la oportunidad de revalorizar lo que es importante en nuestra vida, en priorizar que es lo importante.

Vayamos a los hogares más pobres, cuando ella se la ingenia para dar de comer a todos los miembros de la familia. 

“Ayer abrimos con toda solemnidad las celebraciones de la Pascua. Extasiados por la luz de la gloria, nuestros ojos saludan la alegría de la vida nueva, como se saluda un amanecer.

Hay fiesta en la Iglesia y en todo nuestro ser. Los oídos se reponen del largo ayuno del «aleluya», y santamente se desquitan cantando una y otra vez con el salmo: «¡este es el día que hizo el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo!”.

Bien quisiéramos que el gozo de la Pascua a todos llegara y en todos se quedara para siempre; pero no puede ser así.

Bien quisiéramos que la alegría del perdón fuera el lenguaje universal y el canto único en este día, pero por ahora no será así.

Hermanos, si pensamos que la resurrección de Cristo nos transformaría en seres perfectos, libres de toda limitación e inmunes a las flaquezas humanas, cuidado y no nos engañemos.

La gracia no altera la naturaleza. No podemos bajar la guardia, ni en la fe ni en la protección del coronavirus.

La Pascua nos santificará, limpiará nuestras almas y nos convertirá en templos de Dios. Pero el material del que ese templo está hecho seguirá siendo el de siempre. Cada uno encuentra a Jesús resucitado con lo que lleva puesto.

Mira a las mujeres. Se marcharon del sepulcro llenas de miedo y de alegría.

El gozo del anuncio proclamado por ángeles se mezclaba, en ellas, con todos los miedos de que somos capaces los humanos… ¿Y si habían robado el cuerpo del Señor? ¿Nunca te ha asaltado, en plena Pascua, el pensamiento de que todo pudiera ser mentira?

Por eso, la vida de los santos, especialmente la de los mártires –como decíamos la de los testigos- porque la certeza que Jesús ha Resucitado no es un lugar o momento es una experiencia transformante que trastoca todo tu ser. Ej. San José Sánchez del Rio, niño de 13 años, fue despellejado, ese pequeño niño dijo: Yo prefiero morir que renegar de la fe. Su última palabra fue ¡QUE VIVA CRISTO REY!

Jesús confirma su gozo: Alegraos. Después aplaca sus miedos: No temas. Esas primeras palabras de Cristo resucitado valen su peso en oro.

Peor es lo de los soldados: Decir que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo. Ellos huyen a la mentira, y allí no hay posibilidad de encuentro con el Señor.

Pidámosle a Dios que, en medio de nuestras limitaciones, jamás emparentemos con la mentira, que es la negación misma de Dios.

Por eso mucha atención: hoy junto a la «buena nueva», que hoy inicia su carrera, se nos presenta también una «mala nueva», una «nueva perversa» se apresta ya a correr, en satánica competencia con el vuelo del Evangelio de Cristo.

Es lo que nos cuenta el pasaje del evangelio de hoy. Un testimonio contradictorio —soldados dormidos que aseguran lo sucedido en su sueño— es la única base de la primera mentira con que el enemigo del género humano quiere hacer guerra a la gran verdad del amor divino, manifiesto en la resurrección de Cristo”. (Fray Nelson, Homilía Lunes de Pascua).

Corren así desde el mismo día dos versiones, una cierta y otra engañosa, una verdadera y otra mentirosa, que quieren ser dueñas de nuestro corazón.

La versión de los apóstoles se alimenta del testimonio inmediato de aquellos que vieron la tumba vacía y se encontraron con el Resucitado; la versión de los sumos sacerdotes se alimenta del engaño urdido por el temor y el odio. La versión genuina cuenta con el poder del Espíritu Santo; la falsa, con el poder del dinero y las argucias humanas.

La primera trae la noticia novedosa del perdón; la segunda, la noticia repetida de la envidia. Ahora nos toca a nosotros escoger.

¡Por eso hoy más que nunca podemos decir que bendición, que gracia de la Providencia más grande (los cristianos hablamos de gracia, no de suerte), que regalo inesperado! Encontrarse con Jesús. Nosotros los hijos de Dios no hablamos de suerte, hablamos de providencia.

¡Muchos pensamos e incluso decimos, si yo me encontrase con Jesús Resucitado en el camino de mi vida, ésta cambiaría!

Pero ¿acaso no podemos encontrarnos todos los días con Jesús?

En la oración colecta de la misa de este lunes de la octava de pascua hemos pedido:  Que él nos muestre el verdadero camino de la vida para que vivamos en la alegría de su presencia.

 

En la alegría, la que Jesús nos da como a las mujeres del Evangelio, y en su presencia, porque como con ellas, Él también se hace presente en el camino de nuestra vida.

 

Recordemos una a una todas las presencias de Jesús que el mismo nos prometió:

 

  1.   En medio de nosotros, cuando nos reunimos, como hacemos ahora, en su nombre, “Dónde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mt. 18, 20)

 

  1.   En la Palabra de Dios: en ella él nos habla…cielo y tierra pasará, pero mi palabra no pasará.

 

  1.   En la Eucaristía, guardada en el Sagrario, y que un día podremos alimentarnos de ella, “Tomad y comed, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros”. (Lc. 22, 7-8).

 

  1.   En el corazón de cada uno de los bautizados en su nombre, “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. (Jn. 14, 23).

 

  1.   En el servicio de los sucesores de los apóstoles (los obispos) y sus colaboradores (los sacerdotes), “El que los recibe a ustedes, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado”. (Mt. 10, 40).

 

  1.   En los hermanos más pequeños, los más necesitados, “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. (Mt. 25, 40).

 

  1.   Y entre ellos, especialmente en los niños y en los que se hacen como niños, “El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí”. (Mt. 18, 5).

 

  1.   Siempre, en todo lugar y tiempo, donde vive su Iglesia, “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. (Mt. 28,20).

 

¿Y tú, cómo y cuándo encuentras a Jesús? ¿Lo encuentras en cada una de estas presencias? ¿Qué p

PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

 

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE

 

HOMILIìA LUNES DE PASCUA 13 ABRIL 2020