Etimológicamente la xenofobia se define como el miedo, rechazo u odio al extranjero, con manifestaciones que van desde el rechazo más o menos manifiesto, el desprecio, hasta las agresiones y asesinatos.
Durante la crisis de 1987-1989, muchos panameños salieron del país. Había toda clase de leyendas de que muchos se fueron a Canadá a trabajar recogiendo manzanas; otros viajaron en busca del sueño americano, donde había que tener hasta tres trabajos para sobrevivir. Ahora, la grave situación económica y los conflictos internos de otros países hacen de Panamá un aparente oasis. Con el “boom” económico que disfrutó el Istmo en la administración pasada, la presencia de extranjeros no generaba mayor rechazo, pero conforme se deteriora la economía, surge cierto sentimiento xenofóbico en algunos sectores. Los panameños por poco superamos los 4 millones. Los razonamientos xenofóbicos para argumentar una revisión de la política migratoria abundan en medios y redes sociales.
La vida del inmigrante no es jardín de rosas. Panamá siempre ha sido un pueblo de puertas abiertas, pero las cosas comienzan a variar.
La actitud del panameño hacia el extranjero también depende de la propia actitud del extranjero hacia los panameños. No es lo mismo un extranjero que llega con respeto, busca adaptarse a las costumbres y aportar económicamente, que un extranjero que se impone con prepotencia y actitud de superioridad, criticando al país y a la gente que le han dado acogida, y lo que es peor, sin producir riqueza que se quede en nuestro propio país.