“Anunciar la victoria de Cristo Resucitado”, Monseñor José Domingo Ulloa

“Anunciar la victoria de Cristo Resucitado”, Monseñor José Domingo Ulloa

redaccion@panoramacatolico.com

El Arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa Mendieta, inició su homilía de este martes reiterando la solicitud hecha en la oración colecta que nos haga capaces de anunciar la victoria de Cristo resucitado. 

Especificó que es una petición que implica la disponibilidad para dejar que el Espíritu del Señor, derramado en los corazones de los discípulos el día de Pascua, imprima la imagen del Resucitado en la propia existencia del creyente. 

“Dicho de otro modo, de la abundancia del corazón habla la boca”, dijo Monseñor Ulloa, teniendo presente que el grupo de los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma. 

“Dado que hemos sido incorporados a la Comunidad, es al mismo tiempo cuerpo de Cristo, tener una sola alma supone la unidad en la comunión, y que esto es obra del Espíritu en cada uno”, dijo Monseñor Ulloa.

Igual que la homilía de ayer lunes, Monseñor Ulloa volvió a referir a esos primeros cristianos ansiosos por querer aprender cada día más sobre Jesucristo. “Ellos –conquistados por el Amor del Resucitado– querían saber sobre todo sobre su Pasión, muerte y resurrección”, comentó. 

Ese interés por conocer la persona de Cristo los llevaba a querer saber quién es Él, qué hizo, a qué vino. “Eso pasa cuando amamos a alguien, queremos saber todo sobre esa persona, sus gustos, sus sueños e ilusiones; ansiamos entrar en su mente y su alma para descubrir cada detalle de su Ser”, expresó el Arzobispo. 

Pero a los cristianos de ahora, será que ocurre lo mismo se pregunta: ¿Qué hacemos nosotros para escuchar las enseñanzas de los apóstoles? ¿Nos preocupamos por nuestros hijos y su proceso de catequesis? ¿Acudimos a los diferentes grupos de formación y evangelización en nuestra parroquia?  

Hoy en el Evangelio sigue el diálogo con Nicodemo y la respuesta es la misma: “hay que nacer de nuevo”, y Monseñor repite en su homilía que esa es la novedad pascual, un nuevo nacimiento, una nueva forma de ser que tiene como consecuencia una nueva forma de vivir, de verlo todo y de entenderlo todo. 

“Y cuando esto ocurre, las situaciones se viven de otra manera. Es la solidaridad afectiva y efectiva. Es la substancia del “Amaos como yo os he amado”, indicó.

Monseñor Ulloa aseguró que la acción del Espíritu en nosotros nos hace renacer a la gracia, y estar seguros que en todas las situaciones, tenemos la gracia de Dios, solo dejémonos llevar por el Espíritu para saber, que en abundancia y también en indigencia, tenemos vida en Dios.

 

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla de su casa.

 

Homilía Martes Segunda de Pascua

Mons. José Domingo Ulloa M.

 

Hermanos y hermanas:

 

Hemos pedido en la oración colecta “que nos haga capaces de anunciar la victoria de Cristo resucitado”. Una petición que implica la disponibilidad para dejar que el Espíritu del Señor, derramado en los corazones de los discípulos el día de Pascua, imprima la imagen del Resucitado en la propia existencia del creyente.

 

El anuncio comienza ahí, le seguirá la palabra. Dicho de otro modo, de la abundancia del corazón habla la boca.

El grupo de los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma.

Es de suma importancia aprender a reconocer la obra del Señor en la propia existencia, tanto personal como comunitaria. Dado que hemos sido incorporados a la Comunidad, que es al mismo tiempo cuerpo de Cristo, tener una sola alma supone la unidad en la comunión. Y esto es obra del Espíritu en cada uno de nosotros y realizando por la relación personal, la unidad en Cristo. Así como el alma es la forma substancial de la materia, de igual manera el Espíritu comunicado por Jesús resucitado el primer día de la semana, imprime la forma de Cristo en cada discípulo por lo que viene a ser verdaderamente cristiano.

Esos primeros cristianos querían aprender cada día más sobre Jesucristo. Ellos –conquistados por el Amor del Resucitado– querían saber sobre todo sobre su Pasión, Muerte y Resurrección. Querían saber quién es Él, qué hizo, a qué vino. Eso pasa cuando amamos a alguien, queremos saber todo sobre esa persona, sus gustos, sus sueños e ilusiones; ansiamos entrar en su mente y su alma para descubrir cada detalle de su Ser. Pero ¿nos ocurre igual con las cosas de Dios? ¿Qué hacemos nosotros para escuchar las enseñanzas de los apóstoles? ¿Nos preocupamos por nuestros hijos y su proceso de catequesis? ¿Acudimos a los diferentes grupos de formación y evangelización en nuestra parroquia? 

Tenéis que nacer de nuevo

Estamos inmersos en el diálogo con Nicodemo. Allí se plantea la continuidad de una ley que no puede salvar frente a un nuevo nacimiento que dará lugar a una ley nueva. Es el dilema: o nos lanzamos a vivir la novedad del evangelio, que va más allá de toda norma, para situarnos en Jesucristo como la única Norma de vida para el cristiano, o no habremos entendido nada.

¿Cómo puede ser eso? Preguntó Nicodemo y la única explicación es: hay que nacer de nuevo. Esa es la novedad Pascual: un nuevo nacimiento. Una nueva forma de ser que tiene como consecuencia una nueva forma de vivir, de verlo todo y de entenderlo todo. Y cuando esto ocurre, las situaciones se viven de otra manera. Es la solidaridad afectiva y efectiva. Es la substancia del “Amaos como yo os he amado”.

Desde luego ya nada será igual. Pero no porque nosotros vayamos a hacer las cosas de modo diferente, sino porque la consecuencia de la Pascua marcó para siempre el sendero de la Humanidad. El ser humano es ya una criatura nueva. Y esa realidad tendrá que ser reconocida y asumida consciente y progresivamente. Las circunstancias de la historia de la humanidad no van a ser indiferentes, sino que en ellas nos tocará imprimir el sello de la novedad pascual. Es el testimonio de la resurrección.

Reiteramos la maravillosa verdad de nuestra vida es el Espíritu Santo en ella. Es el Espíritu en nosotros que nos hace renacer a la gracia. Justo como el viento que va y viene, ¿quién puede contenerlo? ¿Quién puede determinar que el viento llegará a alguna parte?

El hombre que nace del Espíritu es el hombre que ve más allá de sus dimensiones. Por eso no podemos simplemente determinar, instrumentalizar o contener la acción del Espíritu Santo de Dios en nosotros.

Generalmente nos guiamos por la lógica y las cosas determinadas. Nuestros horarios y eventos son así, pero de repente, el Espíritu viene y agita, renueva y cambia todo. Por eso, el hombre dócil al Espíritu es aquel que se deja llevar su vida por el Espíritu, en cualquier lugar y en todas partes.

La vida en el Espíritu no es simplemente cuando estamos alabando, bendiciendo y agradeciendo a Dios. La vida en el Espíritu ocurre en el sufrimiento, el dolor, la enfermedad, la negación, la prueba y la privación. La vida en el Espíritu ocurre en combate, en pérdidas y ganancias.

La vida en el Espíritu es saber que, en todas las situaciones, tenemos la gracia de Dios, es dejarse llevar por el Espíritu para no vivir en calma, sino para saber, que en abundancia y también en indigencia, tenemos vida en Dios.

Por eso necesitamos del Espíritu para ver siempre, de una manera nueva, la acción transformadora de Dios en nuestras vidas.

Algunas personas dicen: «Estoy siendo probado por Dios», «Estoy perdiendo esto», «Estoy sufriendo esto», «Estoy enfrentando esto» …

Hermano, enfrentemos cualquier realidad con el poder del Espíritu, porque el viento sopla aquí y allá, al norte, al sur, al este y al oeste. El viento sopla por el frío, por el calor. No importa la situación, dondequiera que estemos, el viento del Espíritu está en nosotros.

Es necesario nacer del Espíritu, y nacer del Espíritu es tener la mentalidad del Espíritu y no la mentalidad del mundo. La mentalidad del mundo es perversa, engañosa, es una que nos lleva a querer la vida desde la perspectiva de la calma, a tener todo, todo fácil, que todo esté a nuestros pies.

La mirada del Espíritu nos lleva a ver todo desde la perspectiva de la gracia. Ya sea al pie de la cruz, ya sea en el aposento alto de Pentecostés, ya sea en la multiplicación de los panes, o en la enfermedad, en el dolor y el sufrimiento.

En cualquier situación de la vida, necesitamos nacer del Espíritu para ver siempre, de una manera nueva, la acción transformadora de Dios en nuestra vida.

Necesitamos nacer desde arriba para mirar las cosas desde arriba, con esa mirada que Dios tiene, para ver las cosas desde arriba con su mirada de Dios, que no es como la mirada nuestra que es corta, mirar con su mirada que es larga.

Ante las dificultades que estamos viviendo, vayamos ante el Señor.

¡Dios te bendiga!

PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ