“Homenaje a los Enfermeros y Enfermeras”, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta

“Homenaje a los Enfermeros y Enfermeras”, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta

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 La liturgia de este 5° domingo de Pascua plantea la pregunta: “¿A dónde vamos en la vida, o para qué vivimos?”, y el Evangelio de San Juan nos presenta a Cristo como el Camino, la Verdad y la Vida.

El Arzobispo de Panamá dirigió su homilía hacia esa interrogante, y recordó que nunca estamos solos, Jesús está con nosotros, y que ser cristiano es, antes que nada, creer en Cristo. 

“Desde esta perspectiva, los cristianos celebramos el domingo, que desde el punto de vista histórico es la primera fiesta cristiana, explicó. “Se trata de un día para dedicarlo a Dios, para darle gracias por Su Amor.

Monseñor Ulloa se refirió a la reciente homilía del Papa Francisco, en que habló de la ternura de Dios, y la asoció a la entrega y servicio de las enfermeras, que cura las heridas con sus manos. “Dios se acerca a nuestras llagas y las cura con sus manos, y para tener manos se ha hecho hombre”, dijo.

El Arzobispo animó a que “aprovechamos esta fiesta de domingo, y domingo de Pascua, para dar gracias al Señor por esas personas que han dedicado sus vidas a sanar, a curar las llagas y calmar el dolor: las enfermeras y los enfermeros, quienes este 12 de mayo celebran su Día Internacional”.

“Este aniversario tiene un matiz inesperado, debido a la pandemia del nuevo coronavirus, que, si bien al mundo lo tiene en el borde de la desesperación por la incertidumbre y el miedo, nos ha propiciado encontrar en la enfermería el consuelo y una entrega heroica pocas veces vista en la historia universal”, explicó.

El 2020 ha sido declarado el Año Internacional de la Enfermera y la Matronas, y como expresó Monseñor Ulloa, el destino ha querido que los homenajes se rindan en las salas de urgencia y de cuidados intensivos, en los centros de salud, en las cárceles y en las salas de asilamiento para tratar el Covid-19. 

En efecto, el mundo entero está aplaudiendo la valentía a las enfermeras y enfermeros, al ser testigo de cómo –por vocación y amor a la humanidad– exponen sus vidas al contagio de este virus mortal, con tal de cuidar a sus pacientes, de evitarles dolor y desesperanza, mostrándonos a todos, en este tiempo de tormenta, la ternura de Dios, aunque para ustedes signifique el calvario.

El Arzobispo de Panamá aprovechó para felicitar a las enfermeras y dar gracias a Dios por responder con valentía a la pandemia del coronavirus (Covid-19). “Más que paralizarlos les ha avivado su vocación de servicio y de cuidar la vida, lo que demuestra no solo su profesionalidad sino su humanismo con los demás.”, acotó.  

 

A continuación, el texto completo de la Homilía desde la Capilla del Seminario Mayor San José.

HOMILÍA V DOMINGO DE PASCUA

“HOMENAJE A LOS ENFERMEROS Y ENFERMERAS”

Domingo 10 de mayo de 2020

Hermanos y hermanas:

 La gracia de este domingo es poder escuchar los imperativos que Jesús tiene para nuestra vida. Cada uno de ellos merecen ser masticado y rumiando dentro de nosotros, y así encontrar respuesta a las preguntas más importante que podemos hacernos: “¿A dónde vamos en la vida, o para qué vivimos?”  

Primero, no se perturbe tu corazón, no camines con el corazón perturbado e inquieto, durante toda la vida. ¡Cree en Dios! y Cree en Jesús porque Él cuida de nosotros, de aquello que nos inquieta, nos preocupa y nos perturba.

La segunda cosa es que Él se fue junto del Padre, para preparar un lugar para mí y para ti, y Él ha de volver porque donde él está, quiere que estemos nosotros.

No te inquietes, no tengas el corazón perturbado, porque es Dios quien cuida de nosotros, en la dimensión más profunda de la existencia, en lo “aquí y ahora” Él camina con nosotros. Y en lo que “después, va a ser de nuestra vida”.

Desde esta perspectiva, los cristianos celebramos el domingo el Día del Señor y se trata de un día para dedicarlo a Dios, para darle gracias por su Amor, porque es un Padre que nos cuida, que nos mima y siempre viene –sin cansarse– a rescatarnos, a salvarnos, a darnos salud.

“Salvación y salud” son dos palabras gemelas cuando se trata de Dios.  Por eso la salud de la humanidad es para Dios una divisa perenne.

Recientemente, el Papa Francisco en una de sus homilías, hablando de la ternura de Dios, dijo: “La imagen que me viene es la de las enfermeras, la de una enfermera en un hospital, que cura las heridas una a una, pero con sus manos.

Dios se involucra, se mete en nuestra miseria, se acerca a nuestras llagas y las cura con sus manos, y para tener manos se ha hecho hombre”.

Que hermosa acuarela nos ha pintado el Santo Padre. Dios curando heridas como lo hacen las enfermeras. Con sus propias manos. Por eso, hoy aprovechamos esta fiesta de domingo, y domingo de Pascua, para dar gracias al Señor por esas personas que han dedicado sus vidas a sanar, a curar las llagas y calmar el dolor: las enfermeras y los enfermeros, quienes este 12 de mayo celebran su Día Internacional.

Este aniversario tiene un matiz inesperado debido a la pandemia del nuevo coronavirus, que, si bien al mundo lo tiene en el borde de la desesperación por la incertidumbre y el miedo, nos ha propiciado encontrar en la enfermería el consuelo y una entrega heroica pocas veces vista en la historia universal.

El 2020 debía ser un año de fiesta, de pompa, de gala para las enfermeras, luego que la Organización Mundial de la Salud en su septuagésima segunda asamblea lo declarara el Año Internacional de la Enfermera y las Matronas.

De esta manera, por primera vez en la historia, las naciones del mundo se iban a unir para rendir justo homenaje a la importantísima aportación a la salud de las personas que llevan a cabo diariamente una hermosa labor asistencial, pero también en la investigación, la educación para la salud, la docencia y el bien de las personas en general.

El destino ha querido que los homenajes se rindan no en los grandes auditorios o con extensos discursos, el homenaje se está realizando en el lugar más sagrado en las salas de urgencia y de cuidados intensivos, en los centros de salud, en las cárceles y en las salas de asilamiento para tratar el Covid-19.

Y desde allí el mundo entero está aplaudiendo la valentía de ustedes enfermeras y enfermeros, al ser testigos de cómo –por vocación y amor a la humanidad– exponen sus vidas al contagio de este virus mortal, con tal de cuidar a sus pacientes, de evitarles dolor y desesperanza, mostrándonos a todos, en este tiempo de tormenta, la ternura de Dios, aunque para ustedes signifique el calvario.

Bicentenario de Florence Nightingale

Este año 2020 también se celebra el bicentenario del nacimiento de Florencia Nightingale, a quien se le considera la fundadora de la enfermería moderna. Se le ha pintado como una mujer con una lámpara, con la que iluminaba los lugares en los que trabajaban las enfermeras en la guerra de Crimea.

Pero Florence es mucho más que una mujer con un candil. Fue una persona que dijo “Sí” al llamado de Dios.

Desde su experiencia de fe descubrió lo que nos dice la Palabra de hoy, que no solo los sacerdotes, religiosos y religiosas tienen funciones de servicio en la Iglesia y el mundo, sino que también los laicos, que están llamados a la santidad desde la entrega a los demás. Y este derecho les viene por el simple hecho de estar bautizados. 

Es un derecho y un deber que tienen los laicos desde el bautismo, pues en la Iglesia todos los miembros están llamados a ser miembros activos en la misión de la Iglesia.

Eso lo supo muy bien Florence Nightingale, y por eso siguió la voz de Dios que la llamaba a servir. Sus padres se negaban, pues para ellos la enfermería era un trabajo bajo e inmodesto que debían hacer los pobres o los sirvientes.

Cuando se hizo famosa por su trabajo de enfermera, y cambió los paradigmas de su tiempo, ella prefirió el anonimato. Por eso empezó a viajar bajo el pseudónimo de Miss Smith. Esa es la otra actitud del que sirve a Dios, el silencio, el trabajo por Amor y no por convertirse en celebridad.

Como los diáconos, que se instauraron en las primeras comunidades, y de los que nos da cuenta la Lectura de los Hechos de los Apóstoles en el día de hoy, se crearon para el servicio a los pobres y a las viudas; para cuidar a los más débiles, a los enfermos y desvalidos.

 Podemos atrevernos a decir que hicieron las veces de enfermeros, modelo que luego copió Florence Nightingale, quien vivió a plenitud su diaconía hasta lograr establecer a la enfermería como una carrera respetable para las mujeres, y que sirvió para mejorar los hospitales, que debían ser lugares limpios y espaciosos en los que los pacientes se pudieran recuperar.

Enfermería en Panamá

En el inicio de la vida de nuestros hospitales, quienes ayudaban a los médicos fueron las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, entre ellas la más famosa fue la hermana Josefa.

En 1908 se creó la Escuela de Enfermería de nuestro Hospital Santo Tomás. La Asociación de Enfermeras Graduadas del Hospital Santo Tomás se organizó en 1925, la cual en noviembre de 1945 se reorganizó con el nombre de Sociedad Nacional de Enfermeras, que luego dio paso –el 12 de mayo de 1956– a la Asociación Nacional de Enfermeras de Panamá (ANEP).

Hemos sido testigos de sus luchas y de sus logros. Siempre hemos agradecido a Dios por nuestros “ángeles blancos”. Pero nunca como ahora, con esta epidemia devastadora que tiene al mundo paralizado. Las hemos visto dar su vida, entregarse sin temor ni condiciones, a pesar de los recursos escasos y la elevada cantidad de trabajo.

El Hado ha querido que su entrega se visibilice como nunca. Uno de los propósitos de este año internacional era ese, que el mundo prestara atención a sus quehaceres y sus desvelos, a la necesidad de más nombramientos y mejor equipamiento. Curiosamente, ha sido el Covid-19 el que ha permitido que se alcance el objetivo.

Es hora de demostrar si los gobiernos apuestan por palabras vacías o acciones decisivas en favor de la salud y la investigación científica. No hace falta mayores argumentos para demostrar el incalculable valor de la enfermería. Ya pasó la época de los discursos y las proposiciones. Llegó la hora de tomar decisiones y actuar para mejorar las condiciones de su servicio y promover su formación.

Gracias a Dios contamos con ustedes queridas enfermeras y enfermeros, valientes de primera línea, que con la llegada del coronavirus (Covid-19), más que paralizarlos les ha avivado su vocación de servicio y de cuidar la vida, lo que demuestra no solo su profesionalidad, sino su humanismo con los demás.

En esta ocasión, entre nosotros, tenemos enfermeras que cumplen 25 años y 50 años respectivamente, nuestro profundo reconocimiento por su persistencia en la labor que realizan día a día y más aún con la pandemia.

Festival “Todos seamos uno”

Al igual que los enfermeros y las enfermeras, la Iglesia Católica no se detiene.  En medio de la crisis, el Espíritu Santo nos sigue animando a salir al encuentro de los más necesitados… y su fuego nos llena también de gozo y alegría… por eso les quiero invitar a celebrar la fiesta de la Iglesia, el Pentecostés… en la distancia física, pero más unidos que nunca con el FESTIVAL TODOS SEAMOS UNO… el próximo 31 de mayo, un evento con la participación de más 40 artistas católicos, para alabar a Dios y para orar por quienes más lo necesitan y a la vez será una oportunidad para conocer cómo la Iglesia con acciones concretas sale al encuentro del alejado y excluido; y cómo cada uno de nosotros podemos sumarnos a estas iniciativas para que TODOS SEAMOS UNO.

Tenemos una cita el domingo 31 de mayo, 7:30 p.m. FESTIVAL TODOS SEAMOS UNO…a través de FETV, Radio Hogar, Panorama Católico, en sus múltiples plataformas

PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos por Panamá -Quédate en casa.

†  JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ