“Quienes aman al Señor atesoran sus palabras”, Monseñor José Domingo Ulloa

“Quienes aman al Señor atesoran sus palabras”, Monseñor José Domingo Ulloa

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Hoy la homilía nos señala, Monseñor José Domingo Ulloa, la siguiente reflexión ¿Por qué Cristo resucitado no se manifestó a todos, sino a unos pocos? Porque Jesús no se manifestó sólo a quienes creían, en ese caso, tendría que haberse aparecido a Caifás, quien tan seguro estaba de la resurrección de Cristo, que sobornó a los soldados para que mintiesen. O a Tomás, que, sin embargo, no creía, y vio al Señor. Jesús se manifestó a quienes lo amaban. Si amamos a Jesús, lo veremos. 

“Tras su Ascensión, Jesús ya no se manifiesta a los ojos, sino a los oídos. “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”, dijo Monseñor Ulloa.

Durante la misa, el Arzobispo expresó que “hoy se nos anuncia una gran noticia: Dios quiere hacer morada en nosotros. Por tal motivo, nuestra meta o el sueño de Dios es que nosotros nos convirtamos en templo vivo suyo. Y para eso, el Padre envió al Espíritu Santo”.

“No podemos decir que amamos Jesús: si nos amamos más a nosotros mismo, a nuestras cosas, inquietudes, preocupaciones y no tenemos ni tiempo para Él. No podemos decir que amamos Jesús si no nos volvemos para reflexionar Su Palabra ni la guardamos”, así se refirió Monseñor Ulloa, en la homilía desde la capilla de su casa.

Debemos tener presente, así lo manifestó el Arzobispo, que “si tenemos esta intimidad con Jesús llegaremos a ser buenos hijos de Dios y nos sentiremos amigos suyos en todo lugar y momento: en la calle, en medio del trabajo cotidiano, en la vida familiar, en pedio de esta pandemia o en medio del dolor por la muerte de nuestros seres queridos. Solo así podemos evitar que el corazón no se turbe ni inquiete”. 

Algo muy importante, en el que Monseñor hizo énfasis hoy durante la homilía, es que, en la vida, la peor ansiedad, perturbación, miedos, surgen de sentirse solos y sin puntos de referencia frente a lo que sucede, por eso hemos de tener siempre presente que la angustia, en la cual se acumulan las dificultades, no se puede superar solos. Necesitamos de la ayuda de quienes nos rodean, pero sobre todo de Jesús. 

Al finalizar la homilía de hoy, Monseñor reiteró “no olvidemos que la morada que nos espera es el Cielo. Aquí estamos de paso. Estamos hechos para el Cielo, para la vida eterna, para vivir para siempre, en plena comunión con Dios y con los demás, sin más lágrimas, rencores, divisiones y perturbaciones”.

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla de su casa.

LUNES V de Pascua

¿Cómo se manifiesta Cristo?

Mons. José Domingo Ulloa M.

Hermanos y hermanas:

 A Dicen los cursis en las ruedas de prensa: «Me alegra que me haga esa pregunta». Les tomo la frase prestada, y le digo a San Judas: «¡Me alegra que le hagas al Señor esa pregunta!»

Señor ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo? La pregunta es necesaria, especialmente en Pascua. ¿Por qué Cristo resucitado no se manifestó a todos, sino a unos pocos?

Jesús no se manifestó sólo a quienes creían. En ese caso, tendría que haberse aparecido a Caifás, quien tan seguro estaba de la resurrección de Cristo, que sobornó a los soldados para que mintiesen.

Tomás, sin embargo, no creía, y vio al Señor. Jesús se manifestó a quienes lo amaban. Si lo amamos, lo veremos. Aunque no como ellos.

Tras su Ascensión, Jesús ya no se manifiesta a los ojos, sino a los oídos. “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. Quienes aman al Señor atesoran sus palabras, y, a través de ellas, no sólo el Hijo, sino la Trinidad entera toma posesión del alma y se manifiesta al cristiano como un Amor que lo llena todo.

El lugar de la morada de Dios es en nosotros

“El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él” (Jn 14, 23).

Hoy se nos anuncia esta gran noticia: Dios quiso y quiere hacer morada en nosotros. A veces, las personas hacemos viajes largos, vamos a los santuarios, a la Tierra Santa. Y es bueno, es necesario peregrinar para tocar en lugares esenciales de la vivencia de la fe, de las manifestaciones amorosas de Dios durante la historia de la humanidad, incluso, en su propia encarnación en nuestro medio.

Pero sobre todo es necesario, por encima de todo, tomar conciencia de que el lugar de la morada de Dios es en nosotros. Los templos construidos por las manos de los hombres son importantes, como el lugar del culto, de la adoración, lugar de comunión con Dios y los hermanos. Pero el lugar primordial de la morada de Dios es en nosotros.

Por tal motivo, nuestra meta o el sueño de Dios es que nosotros nos convirtamos en templo vivo suyo. Y para eso, el Padre envió al Espíritu Santo.

Y el Espíritu ya abrió las puertas, ya está en nosotros, ahora viene el Padre, el Hijo y el Espíritu hacer morada en nosotros.

Es la realidad más sublime: somos moradas de la Santísima Trinidad, ella vive en nosotros.

Pidamos a Dios la gracia de convertirnos en moradas dignas y verdaderas de la Trinidad. Amemos a Jesús, mas no amemos a Él solo con palabras y frases de efecto. Amemos y guardemos su Palabra.

Pues no podemos decir que amamos Jesús: si nos amamos más a nosotros mismo, a nuestras cosas, inquietudes, preocupaciones y no tenemos ni tiempo para Él. No podemos decir que amamos Jesús si no nos volvemos para reflexionar Su Palabra ni la guardamos.

La regla es esta: contemplar la Palabra, escucharla y guardarla en el corazón para practicarla en la vida, porque ninguna cosa ni otra puede ser dejada de lado; necesitamos reservarnos para reflexionar, diariamente, la Palabra, sin excepción. Después que nos dedicamos a la Palabra, necesitamos dejar que ella actúe en nosotros, que ella, realmente retire de nosotros lo que no es de Dios, para que permanezcamos solo en Su Palabra.

La presencia de Dios en el corazón nos ayudará a descubrir y realizar en este mundo los planes que la Providencia nos haya asignado. El Espíritu del Señor suscitará en nuestro corazón iniciativas para situarlas en la cúspide de todas las actividades humanas y hacer presente, así, a Cristo en lo alto de la tierra.

Si tenemos esta intimidad con Jesús llegaremos a ser buenos hijos de Dios y nos sentiremos amigos suyos en todo lugar y momento: en la calle, en medio del trabajo cotidiano, en la vida familiar, en pedio de esta pandemia o en medio del dolor por la muerte de nuestros seres queridos. Solo así podemos evitar que el corazón no se turbe ni inquiete.

En esta línea, el Papa Francisco destacó “dos remedios para la perturbación”. El primero es: “tener fe en Él”. “Parece un consejo un poco teórico, abstracto. En cambio, Jesús quiere decirnos algo específico.

Él sabe que, en la vida, la peor ansiedad, perturbación, miedos, surge de sentirse solos y sin puntos de referencia frente a lo que sucede”.

“Por eso hemos de tener siempre presente que la angustia, en la cual se acumulan las dificultades, no se puede superar solos.

Necesitamos de la ayuda de quienes nos rodean, pero sobre todo de Jesús.  Es por eso que Jesús pide tener fe en Él, es decir, no apoyarse en nosotros mismos, sino en Él.

Porque la liberación de la perturbación pasa por la confianza. Y Jesús ha resucitado y está vivo para estar siempre a nuestro lado.

El segundo remedio para la perturbación, que el papa Francisco indicó, fueron las palabras de Jesús: “en la casa de mi Padre hay muchas moradas… voy a preparar un lugar para ustedes” y dijo “es lo que Jesús hizo por nosotros: tenemos reservado un lugar en el cielo”, ya que “Él tomó nuestra humanidad sobre sí mismo, para llevarla más allá de la muerte, a un nuevo lugar, al Cielo, para que donde Él esté, estemos también nosotros”.

Esta es la certeza que nos ha de consolar en medio de nuestras angustias y ante la muerte de nuestros seres queridos: hay un lugar reservado para cada uno. No vivimos sin rumbo y sin destino. Se nos espera, somos preciosos. Dios está enamorado de la belleza de sus hijos. Y para nosotros ha preparado el lugar más digno y hermoso: el cielo”.

Reitero no olvidemos que “la morada que nos espera es el Cielo. Aquí estamos de paso. Estamos hechos para el cielo, para la vida eterna, para vivir para siempre. Para siempre: es algo que ni siquiera podemos imaginar ahora. Pero es aún más hermoso pensar que esto será para siempre en alegría, en plena comunión con Dios y con los demás, sin más lágrimas, rencores, divisiones y perturbaciones”.

PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ