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Para Catherine, el Señor dispuso que encontrara ese final feliz

Para Catherine, el Señor dispuso  que encontrara ese final feliz

RAÚL SERARNO OSA 

Catherine de Hueck Doherty era ya anciana y enferma cuando la conocí. Hacía ya un tiempo que vivía retirada en una casita en Madonna House, una comunidad religiosa fundada por ella y situada en Comberemere, Ontario, Canadá.

Catherine murió el 14 de diciembre de 1985. Su vida fue un largo peregrinaje en búsqueda de Dios, a quien encontró finalmente al abrazar la pobreza evangélica. 

El Señor escribe una historia de salvación en cada uno de nosotros. Es una historia inédita como inédita es la vida de cada ser humano. Es siempre una historia de salvación, es decir, que el Señor quiere que tenga un final feliz; que todos terminemos la historia en un abrazo con Él en la vida eterna. Por desgracia, nuestros pecados pueden frustrar ese final feliz. 

Para Catherine, el Señor dispuso que encontrara ese final feliz a través de la pobreza evangélica que se nos propone como bienaventuranza en el capítulo 5 del evangelio según San Mateo. Esta bienaventuranza es la clave secreta que nos ofrece el Evangelio a todos los cristianos para que nuestra historia tenga un final feliz. Con ella, su existencia se transformó de tal manera que otros quisieron aprender su secreto y se fueron a vivir con ella. 

Catherine nació en la Rusia zarista en 1896. Se casó a los 15 años y sufrió los horrores de la primera guerra mundial y de la Revolución comunista de su patria. Logró huir de su patria con su marido e inició un periplo que la llevó a Inglaterra, Canadá, Estados Unidos y nuevamente al Canadá. En este último país le nació un hijo, pero vio deshecho su matrimonio por la separación de su esposo. Años más tarde logrará la anulación de su matrimonio en la Iglesia ortodoxa rusa a la que pertenecía. 

Sus dotes de conferencista la llevan nuevamente a la prosperidad, pero no a la paz del corazón, por lo que decide vender todos sus bienes, asegurar económicamente el futuro de su hijo y dedicarse a ayudar a los pobres, viviendo ella también como pobre. Este apostolado en favor de los pobres la lleva eventualmente a Harlem, Nueva York, donde su trabajo es poco comprendido y apreciado por una sociedad que piensa que no existe la pobreza en ella. 

Atraído por la novedad de este experimento, un periodista pide que le conceda una entrevista. Posteriormente, la amistad entre Catherine y el periodista termina en matrimonio. En 1943, Catherine contrae matrimonio con el periodista norteamericano Eddie Doherty. Éste resulta ser también un peregrino en búsqueda de la paz que sólo Dios puede conceder. Su unión matrimonial se convierte también en la unión de dos buscadores de Dios.

En mayo de 1947, Catherine y su esposo llegan a Combermere, Ontario, Canadá, dispuestos a dedicarse a una vida austera de trabajo y oración. Finalmente, el Señor había conducido a Catherine al lugar donde sus sueños se harían realidad y donde encontraría finalmente la paz terrenal que deseaba como preámbulo de la paz eterna. Allí comenzaron a vivir una vida casi monacal dividida entre el trabajo del campo para obtener el sustento corporal y la oración para alimentar el alma.

En vacaciones llegaban sus amigos a visitarlos y algunos se enamoraron de ese modo de vida y pidieron poder quedarse. Dios estaba colocando así las bases de Madonna House, una nueva comunidad religiosa y un nuevo apostolado. En la actualidad, son cientos de personas, la mayoría jóvenes los que acuden en la búsqueda de la Paz que Catherine halló en ese lugar.

Ella resumió su camino en un corto escrito que llamó el “pequeño mandato”:

¡Levántate – anda! Vende todo lo que posees.

Dáselo directamente, personalmente a los pobres.

Toma tu cruz (la cruz de ellos) y sígueme yendo a los pobres, siendo pobre, siendo uno con ellos, uno conmigo.

¡Pequeño – sé siempre pequeño! simple, pobre, como un niño.

¡Predica el evangelio con tu vida – sin transigir! Escucha al Espíritu. Él te guiará.

Haz las cosas pequeñas extremadamente bien por amor a mí.

Ama…ama…ama, sin calcular el costo.

Anda a la plaza y al mercado y quédate conmigo. Reza, ayuna.

Reza siempre, ayuna.

Vive escondido. Sé una luz a los pies de tu prójimo.

Anda sin miedo a lo profundo de los corazones de las personas. Yo estaré contigo. Reza siempre. Yo seré tu descanso.