“La verdadera familia es la que vive conforme al Evangelio”, recordó Monseñor Ulloa.

“La verdadera familia es la que vive conforme al Evangelio”, recordó Monseñor Ulloa.

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El Evangelio de hoy nos quiere ayudar a descubrir que somos parte de una familia y que la vivencia de la fe se da siendo parte de ese todo, dijo el Arzobispo de Panamá, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta.

Dijo que Jesús desafió a toda aquella multitud que lo escuchaba a preguntarse por algo que puede parecer tan obvio como seguro: ¿quiénes son los miembros de nuestra familia, aquellos que nos pertenecen y a quienes pertenecemos? 

Como dijo Monseñor Ulloa, dejando que la pregunta hiciera eco en ellos de forma clara y novedosa responde: “todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”. 

Para el Arzobispo, Jesús rompe no sólo los determinismos religiosos y legales de la época, sino también todas las pretensiones excesivas de quienes podrían creerse con derechos o preferencias sobre él. 

Explicó que el Evangelio es una invitación y un derecho gratuito para todos aquellos que quieren escuchar, y este pasaje en particular está tejido de preguntas que buscan inquietar, despertar e invitar a los discípulos a ponerse en camino, para que descubran esa verdad capaz de dar y generar vida.

Se refirió a algunas interpretaciones equivocadas que buscan ver en este pasaje un rechazo de Jesús hacia María y hacia su familia, pero la verdad es que Jesús aprovecha la visita de su Madre y de sus parientes para instruir a sus discípulos.

El Arzobispo señaló que la verdadera familia de Jesús no es únicamente la que lo une por los lazos de sangre, pues esto se rompen con la muerte e incluso puede haber algunos que aun teniendo la misma sangre decidan no seguir la voluntad del Padre.

Continuó comentando que la verdadera familia es la que vive conforme al Evangelio: es la que ha sido adoptada por el Padre como hijos por medio del Espíritu Santo, pues Él como Hijo del Padre, ve que sus hermanos deben de ser también hijos de Dios.

Aclaró que esto de ninguna manera es un desprecio ni para sus parientes y mucho menos para su madre, porque más bien refuerza. 

El reino de Dios no se está por las apariencias, o lo que creamos en nuestra mente y en nuestro corazón: ni por los rótulos religiosos, pues muchas veces, queremos engrandecernos por los títulos: “Yo soy eso en la Iglesia”; “Hago eso”, “Hago aquello”; ya estoy hace muchos años sirviendo “en…… Para Dios no sirve nada de eso”, sentenció.

Asimismo indicó que el lazo que nos une a Jesús y a los hermanos y a la Iglesia, es hacer la voluntad de Dios y si nos dejamos guiar por su voluntad y no por nuestros deseos humanos.  

Reiteró que la voluntad de Dios pasa por la humildad, por la santidad de cada día, por el amor y por la misericordia, y con firmeza aclaró que la voluntad de Dios es saber que recibimos todo eso de Él y lo usamos con sabiduría, humildad y sumisión a Dios, en todo lo que realizamos.

Al finalizar su homilía recordó otro pasaje en el que ya nos había dicho: “no todo el que me dice: Señor, Señor se salvará, sino el que hace la voluntad del Padre”. Por tanto, Monseñor Ulloa invitó a aplicar hoy, todo nuestro día en vivir de acuerdo al Evangelio.

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la Capilla del Seminario Mayor San José.

Homilía martes 21 de julio

La verdadera familia es la que vive conforme al evangelio

“¿Alguna vez has mordido un ajo? ¿O en alguna ocasión has comido sal? ¿Cuándo fue la última vez que tomaste una cucharada de pimienta o de orégano? Estos son algunos de tantos de los condimentos que se añaden a una comida, pero generalmente estamos acostumbrados a degustarlos como parte de un todo, pues sazonan nuestras comidas favoritas: pero es muy interesante ver cómo lo que da sabor, por sí solo tiene un sabor muy desagradable.

La fe, del mismo modo, que los condimentos se vive como parte de un todo. Y da sabor y sentido no por la vivencia aislada sino formando parte de un todo de una familia.

En el Evangelio de hoy, Jesús llama hermanos a aquellos que hacen la voluntad del Padre. ¿Te suena la palabra hermano? ¡Claro que sí! Esta palabra evoca a la familia que somos: la Iglesia. (meditación Regnum Christi)”.

El Evangelio de hoy nos quiere ayudar a descubrir que somos parte una familia y que la vivencia de la fe se da siendo parte de ese todo.

«Jesús desafió a toda aquella multitud que lo escuchaba a preguntarse por algo que puede parecer tan obvio como seguro: ¿quiénes son los miembros de nuestra familia, aquellos que nos pertenecen y a quienes pertenecemos? Dejando que la pregunta hiciera eco en ellos de forma clara y novedosa responde: “Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”. De esta manera rompe no sólo los determinismos religiosos y legales de la época, sino también todas las pretensiones excesivas de quienes podrían creerse con derechos o preferencias sobre él. 

El Evangelio es una invitación y un derecho gratuito para todos aquellos que quieren escuchar.  Es sorprendente notar cómo el Evangelio está tejido de preguntas que buscan inquietar, despertar e invitar a los discípulos a ponerse en camino, para que descubran esa verdad capaz de dar y generar vida; preguntas que buscan abrir el corazón y el horizonte al encuentro de una novedad mucho más hermosa de lo que pueden imaginar. Las preguntas del Maestro siempre quieren renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad con una.» (Homilía de S.S. Francisco, 21 de noviembre de 2019).

Por eso este pasaje es conocido como «la verdadera familia de Jesús».

Algunas interpretaciones equivocadas buscan ver en este pasaje un rechazo de Jesús hacia María y hacia su familia.

La verdad es que Jesús aprovecha la visita de su Madre y de sus parientes (en otra oportunidad hablaremos de la palabra hermanos en la Biblia) para instruir a sus discípulos: 

La verdadera familia de Jesús no es únicamente la que lo une por los lazos de sangre, pues esto se rompen con la muerte e incluso puede haber algunos que aun teniendo la misma sangre decidan no seguir la voluntad del Padre.

La verdadera familia es la que vive conforme al evangelio, es la que ha sido adoptada por el Padre como hijos por medio del Espíritu Santo. Él como Hijo del Padre, ve que sus hermanos deben de ser también hijos de Dios.

Esto de ninguna manera es un desprecio ni para sus parientes y mucho menos para su madre, la cual si por algo se distinguió en la vida fue por hacer la voluntad de Dios.

De acuerdo con esto, nuestro parentesco con Jesús se refuerza en la medida en que nos aplicamos en hacer la voluntad del Padre, que no es otra que la de vivir conforme al Evangelio.

El evangelio de hoy quiere hacernos tomar conciencia que muchas veces somos muy presos de los círculos humanos y sociales y, por supuesto a los círculos y lazos familiares. 

El reino de Dios no se está por las apariencias, o lo que creamos en nuestra mente y en nuestro corazón: ni por los rótulos religiosos.

Sé que, muchas veces, queremos engrandecernos por los títulos: “Yo soy eso en la Iglesia”; “Hago eso”, “Hago aquello”; ya estoy hace muchos años sirviendo “en…… Para Dios no sirve nada de eso.

El Lazo que nos une a Jesús y los hermanos y a la Iglesia es hacer la voluntad de Dios y si nos dejamos guiar por su voluntad y no por nuestros deseos humanos, por eso no podemos aniquilar o instrumentalizar la voluntad de Dios en favor de nuestro querer y, muchos menos de nosotros y nuestros gustos.

Por eso es vivimos las llamadas “confusiones religiosas”, que no son pocas, son muchas, basta ver el universo de religiones que están predicando, hablando; basta ver las confusiones dentro de nuestros grupos de Iglesia, y así por delante. 

Porque todo mundo se siente conocedor y detentor de la voluntad de Dios. ¿Quién soy yo para determinar que eso es la voluntad de Dios?

Solo hay un instrumento que nos puede ayudar a vislumbrar la “voluntad de Dios” y es el reconocer que ella pasa por la humildad, por la santidad de cada día, por el amor y por la misericordia.

No basta hablar que somos de Dios, no basta llevar símbolos religiosos o poner las manos piadosas para encima y decir: “Yo conozco a Dios”, porque quien nos conoce de verdad es Él.

Reitero, la voluntad de Dios pasa por la humildad, por la santidad de cada día, por el amor y por la misericordia. Y no podemos confundir la voluntad de Dios como si fuéramos “muñeco” en las manos de Él.

La voluntad de Dios es saber que nosotros tenemos voluntad propia, que tenemos libertad de elecciones. 

La voluntad de Dios es saber que recibimos todo eso de Él y lo usamos con sabiduría, humildad y sumisión a Dios, en todo que realizamos.

Por eso no hay grado de intimidad mayor con Dios que aquel que va más allá de las apariencias, aquel que supera las apariencias que los hombres pueden ver, pero buscan en el interior, en su silencio decir: “Señor, estoy aquí para hacer Tu voluntad”, y pone su propia voluntad sumisa a la voluntad del Señor. ¡Ese sí pertenece a la familia de Nuestros Señor y Salvador Jesucristo!

Recordemos que en otro pasaje ya nos había dicho: «No todo el que me dice: Señor, Señor se salvará, sino el que hace la voluntad del Padre». Apliquemos pues hoy, todo nuestro día en vivir de acuerdo con el Evangelio.

 PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

 

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ